Los síntomas fueron muy preocupantes. Enfrente no había un rival potente como el Levante ni fue cuestión de errores individuales como en Lugo. El Real Zaragoza perdió ante un equipo más de esta Segunda, en este caso el Numancia, porque fue absolutamente incapaz no ya de controlar el partido, sino de ir a por él, de buscarlo, de quererlo. No fue cuestión de no poder: el equipo aragonés se rindió demasiado pronto, no supo aprovechar siquiera el gol a favor fruto de los únicos cinco minutos buenos de toda la tarde y acabó sacando la bandera blanca. Lo dijo Luis Milla después, le preocupa la cuestión mental, que su equipo sea incapaz de levantarse cuando recibe un golpe. Eso no es calidad, se llama carácter.

La cuestión futbolística hace mucho tiempo que ha quedado atrás. No se espera un juego de toque y precisión, no se ve en esta Segunda de fallos, rechaces y segundas jugadas, no se le exige tampoco a este Real Zaragoza. Más aún, ¿se le puede exigir? ¿Tiene capacidad técnica para hacerlo? No lo parece, desde luego. Así, las virtudes que se aplauden ahora son bien distintas. Se valora la entrega, se requiere lucha, se celebra la actitud. Se llega a perdonar incluso que el Zaragoza salga a empatar en Tarragona porque se admite el sacrificio de dos puntos a cambio de dotar al equipo de mayor seguridad atrás. Es difícil precisar a qué salió el equipo en Soria y más complicado aún, por no decir imposible, entender que el Zaragoza no lo intentara, que bajara los brazos, que no peleara, que su única respuesta final fuera dar patadas sin ton ni son, incapaz de colgar un balón al área en el los minutos finales de un partido que perdía. No solo es incomprensible, es inadmisible.

En Los Pajaritos se vio más de lo mismo pero aún peor. Un equipo estático sin capacidad para crear peligro, jugadores que se desplazan andando, que no piden el balón, que no se ofrecen, que no se desmarcan. Tan solo Ángel, desplazado por Milla a la banda izquierda, hizo lo menos que se le puede exigir a un futbolista: no paró de moverse, de ir a por la pelota, de encarar, de intentarlo. Los goles fueron una muestra más de esa falta de actitud: el balón sobrevoló el área más de un minuto antes del primer gol y Nacho remató desde la frontal a placer con toda la defensa hundida en el segundo.

Finalmente Luis Milla optó por alinear a sus dos puntas juntos, dejando fijo arriba a Juan Muñoz y haciendo caer a Ángel a la banda. Lanzarote, por la derecha, apenas tuvo presencia, tan solo un centro en la primera parte, después ni a balón parado. Javi Ros estuvo en el campo porque así aparece en la alineación, pero su presencia pasó más que desapercibida. Morán regresó, como estaba previsto, al centro del campo junto a Zapater, más cemento, mínima creación. El equipo se fue encogiendo poco a poco sin muchas alteraciones. Primero Milla cambió de cromos, Fran por Isaac, lo que no solventa, ni de lejos, el serio problema que tiene el equipo en los laterales. Después el técnico introdujo a Barrera intentando tener más presencia arriba, pero para entonces el equipo ya hacía rato que no estaba. El tercer cambio se quedó en el limbo.