Olvídense de las grotescas aspiraciones de Donald Trump de llegar a la Casa Blanca. El único asunto que hoy verdaderamente importa en Estados Unidos es que el martes empieza la final del campeonato de béisbol (Serie Mundial, lo llaman allí) y que en ella están los Chicago Cubs, que el sábado se proclamaron vencedores de la Liga Nacional. ¡Los Chicago Cubs! Es un acontecimiento extraordinario, créanme. Hay, por supuesto, otro equipo finalista, los Cleveland Indians, pero su presencia -se siente, indios- no tiene demasiada relevancia. Es verdad que los de Cleveland arrastran una leyenda de equipo perdedor bastante meritoria (no ganan el título desde 1948), pero lo suyo en ningún caso puede compararse con lo de los Cubs, un club que lleva más de un siglo ondeando la bandera de la derrota y que se ha convertido, por derecho propio, en la encarnación de la miseria deportiva y los malos resultados.

La interminable mala racha de los 'cachorros' se ha convertido en un elemento más de la cultura popular estadounidense. Un icono pop. Existe una película titulada 'Millonario al instante' ('Taking care of business', de Arthur Hiller) que se basa en la premisa de que un fulano encarcelado por robar coches, a quien apenas le quedan 48 horas de reclusión antes de salir en libertad, se fuga de la cárcel solo para poder ver a su equipo (los Cubs, claro) en el partido decisivo de la Serie Mundial. ¿Les parece un argumento inverosímil? Lo es; en el año en que se estrenó la película, 1990, era absolutamente inverosímil que la franquicia de Chicago jugara la final del campeonato. Pero si lo hubiera hecho, no habría sido de extrañar que se produjeran fugas en las cárceles y deserciones en el trabajo, porque los Cubs, pese a la extraordinaria sequía de títulos que padecen, cuentan con una de las aficiones más leales y apasionadas de las ligas mayores de béisbol.

Un poco de historia. Nacidos en 1874 con el nombre de Chicago White Stockings (la actual denominación se adoptó en 1903), los Cubs son el club en activo más antiguo de todo el deporte profesional norteamericano. En la primera década del siglo XX eran como el Barça de Guardiola o, por no salir de la ciudad del viento, los Bulls de Michael Jordan: el equipo hegemónico, el rival al que todos sus oponentes aspiraban a batir aunque pocos lo lograran. Fueron los primeros en ganar la Serie Mundial dos años consecutivos, en 1907 y 1908. Ahí se acabó su suerte. En 1910 volvieron a la final del campeonato, pero la perdieron. Lo mismo ocurrió en 1929, 1932, 1935 y 1938. Y también en 1945, el año de la cabra.

LA MALDICIÓN DE LA CABRA

En la final de 1945, los Cubs se enfrentaron a los Detroit Tigers tras hacerse con el banderín que los acreditaba como campeones de la Liga Nacional. Dominaban la serie por dos victorias a una y tenían por delante cuatro partidos en su propio estadio, el legendario Wrigley Field. El tabernero Billy Sianis compró dos entradas para asistir al primero de esos cuatro juegos, una para él y otra para su cabra, llamada Murphy. Pero el hedor del animal era tan fuerte que los empleados del club obligaron a Sianis a llevarse a Murphy, y el tabernero, como respuesta, lanzó su célebre maldición: los Cubs no volverían a ganar un título ni a obtener un banderín. Eso dice la leyenda. La realidad es que los de Chicago perdieron aquella serie y ya no volvieron a asomarse a una final. Hasta ahora.

El pasado sábado, la 'maldición de la cabra de Billy' saltó en pedazos cuando los 'cachorros' ganaron el sexto partido del 'play off' final de la Liga Nacional a Los Angeles Dodgers y se plantaron en la Serie Mundial. Ahora los "ojos solitarios de la nación", que cantaban Simon & Garfunkel, se vuelven para mirar no a Joe DiMaggio sino a Kris Bryant y Anthony Rizzo, los bateadores estrella de un equipo en el que brilla especialmente el trabajo defensivo liderado por los lanzadores Jon Lester, Kyle Hendricks y Jake Arrieta. Los Cubs, el club perdedor por excelencia, están a un paso de la gloria. La cárceles de Illinois deberían empezar a reforzar la vigilancia.