"Sobrecogedor". Así de claro. Así de rotundo. "He entrado en la historia". Y así ha sido porque Chris Froome se ha convertido, gracias al triunfo conseguido en la Vuelta, en el primer británico que gana la ronda española, pero sobre todo en el primer corredor que consigue el doblete Tour-Vuelta, desde que la carrera se trasladó al verano en 1995. Anteriormente ganaron la Vuelta antes de triunfar en París, Jacques Anquetil, en 1963 y Bernard Hinault, en 1978.

Madrid se iluminó con los colores de la bandera británica y con un tono de cierta melancolía por la retirada oficial del gran animador de la carrera, que no ha sido otro que Alberto Contador (entró primero en Madrid), por sus ataques diarios y por su fantástica victoria en el Angliru. Sin embargo, no fue una noche ni triste ni cerrada, porque Contador pasó a la leyenda y porque Froome ya es una estrella sobre una bici al nivel de los grandes mitos. El próximo mes de julio tendrá la posibilidad de ganar el quinto Tour e igualar a Anquetil, a Eddy Merckx, a Hinault y a Miguel Induráin.

LA MOTIVACIÓN

"Quedar segundo el año pasado me motivó a intentar ganar la Vuelta. Corrí menos carreras antes del Tour precisamente para llegar menos cansado a la Vuelta, una carrera que me gusta porque cada día hay batalla y porque va más allá del reto físico, más que en el Tour, porque aquí corres con 40 grados y luego pasas a 10 y con lluvia. Y porque aquí los aficionados me dan mucho cariño". Desde el sábado, cuando la Vuelta quedo sentenciada en el Angliru, Froome es un hombre feliz. "Pero aliviado porque se haya acabado la Vuelta y también porque con la retirada de Contador voy a tener una vida más tranquila".

Froome y Contador han sido los dos grandes triunfadores de esta carrera finiquitada este domingo en Madrid. El británico, ante todo, por ganarla, por el control absoluto, por ser líder desde el tercer día de competición en Andorra, y sobre todo por correr con un equipo de ensueño, que jamás lo ha dejado solo, con un Wout Poels que se ha convertido en su Mikel Landa de la Vuelta y, por supuesto, con Mikel Nieve que le sirvió de guía, de apoyo, de todo, en el único día en el que Froome demostró que también era humano, cuando sufrió hasta la médula para salvarse en la terrible ascensión a Los Machucos. "No me corresponde a mí decir que lugar ocupo en la historia pero sé que he logrado un doblete sobrecogedor y porque de este modo he entrado en la historia".

Froome es el ganador del Tour que más ha respetado a la Vuelta hasta dar la sensación, jamás negada por él, de que está enamorado de la Vuelta, mucho más que del Tour. La ronda francesa le da la fama, pero la española es la que le hace disfrutar. Y por esta razón sería una locura descartar su presencia el año que viene. "¿Por qué no voy a volver aunque la gane?", se preguntó Froome tras la etapa de Sierra Nevada.

EL RETO DEL QUINTO TOUR

Porque el año que viene, con el reto del quinto Tour, difícilmente se atreverá a afrontar el Giro -se le pide la presencia desde diferentes sectores del ciclismo- ya que todos aquellos ciclistas que últimamente han intentado el doblete Milán-París han fracasado en Francia. Contador, por dos veces (en el 2011, aunque no le conste en su palmarés, y en el 2015) y Quintana esta temporada, en la que tampoco consiguió el triunfo previo en la ronda italiana. Con estos antecedentes se presume muy complicado que en el 2018 se decida a participar en el Giro, que comienza en Jerusalén, antes de acudir al Tour. Y ello vuelve a dejar abierta la puerta de la ronda española.

"Esta victoria me gratifica mucho porque soy el primero que gana la Vuelta tras conquistar el Tour. Y porque en el ciclismo moderno es muy difícil ganar dos grandes vueltas en un mismo año". De hecho, últimamente solo lo había hecho Contador (Giro y Vuelta en el 2008). Y por eso, este domingo Madrid se rindió a sus pies.