Carlos Castellanos ha sido tantas veces campeón de Aragón de tenis que ni siquiera recuerda cuándo consiguió el último título en su tierra. «Hace cuatro o cinco años», dice desde Louisville, el lugar en el que ha puesto el punto exótico a su carrera en el mundo del tenis. Hace tiempo que es entrenador, trayecto que también ha trufado con éxitos importantes, además de ese gen competitivo que le ha acompañado desde siempre. La inquietud del tiempo, «un poco la casualidad», lo llevó hace unos meses hasta Kentucky, «a Louisville, que no es la capital del Estado pero sí la ciudad más importante», a probar el deporte con acento americano. El tennis, sería.

«Llegué un poco por casualidad. Aquí hay un chico español trabajando al que yo no conocía directamente, pero sí a su hermano. Me lo encontré un día en un campeonato y me contó que estaban buscando un entrenador para venir aquí. Me explicó que él ya había estado, que se vivía muy bien... Ahí empezó todo. Unas semanas después nos decidimos a cambiar, más que nada por la familia, por tener una experiencia diferente. Los chicos se van haciendo mayores y creo que era la única oportunidad que podíamos tener. Cuando se hacen mayores ya es más complicado mover a toda la familia. Estamos aquí los cinco (su mujer, dos niñas y un niño). Van a un colegio y están viviendo una experiencia diferente que les va a venir bien para su futuro. Están aprendiendo bastante inglés y la experiencia es muy interesante», cuenta el aragonés, que acaba de cumplir 42 años.

Los principios fueron tan duros como se puede prever en cualquier cambio radical, más si se arrastra una familia detrás y existe la obligación inmediata de aclimatarse a la idiosincrasia propia del lugar. «Fue complicado. La vida es distinta aquí y la mentalidad es muy diferente. Supongo que el clima hace mucho también. Los inviernos son duros, bastante fríos y con nieve. Este año hemos estado muchos días con temperaturas de 15 grados bajo cero, 18 bajo cero...», cuenta Castellanos, que se acuerda del cierzo con cierta sorna. «No se podrá creer, pero he echado bastante de menos el viento de Zaragoza», explica con carcajada antes de entrar en el calor: «Los veranos también son bastante fuertes. La ciudad está en una zona que se llama Ohio Valley y se sufren tanto el invierno como el verano. Hay mucha humedad también y no es fácil llevarlo. La suerte es que son todo pistas cubiertas, con calefacción y aire acondicionado, pero aun así es duro».

¿Cómo es Louisville? Se podría asemejar, en cierta forma, a Zaragoza. De hecho, por número de habitantes es una localidad bien parecida. 697.895 tiene la capital aragonesa según los datos del padrón municipal del 2018. 699.827 aparecen en el último recuento de la ciudad de Kentucky. «Tiene una población parecida a la de Zaragoza, pero es más grande en cuanto a superficie. Aquí la gente prácticamente no vive en comunidades. Lo hace más en casas», lo que le da mucha extensión a esta ciudad donde «es terrible» el tráfico. «Hay muy poco transporte público, todo el mundo se mueve en coche».

En sus últimos años en el Stadium Casablanca fue también entrenador en distintas pistas. «Aquí pádel no hay prácticamente nada, pero el tenis se mueve muchísimo. Hay movimiento, mucha gente que toma clases... Como es una zona en la que la gente no se relaciona demasiado con los demás, sus hobbies los tienen bastante arraigados. Los que juegan al tenis lo hacen muchos días y tienen su entorno en el club», explica Castellanos, que disfruta de unas instalaciones con 14 pistas cubiertas, «algo que no es fácil de encontrar en muchos sitios». Solo hay cuatro canchas descubiertas, lo que explica la crudeza del clima.

Carlos da clases de tenis a diferentes edades, desde niños de 6 años a un señor de 80. Todas las edades, todos los niveles. Casi todos, en realidad. «Para la gente que quiere jugar más en serio, la situación es complicada porque es bastante caro. Aquí no hay grupos de competición. Si tienes que entrenar 5 o 6 días a la semana, no puedes estar pagando como el que viene un día a jugar una hora. No hay mucha gente que quiere dedicarse profesionalmente porque se necesita tener bastante dinero. Hay algo de competición, pero no hay mucho volumen de gente y por eso no es fácil poder avanzar rápidamente».

Por ahí ha llegado el cambio más importante para Castellanos, que no tiene alumnos como Alberto Colás, por ejemplo, que el año pasado se proclamó campeón de España júnior. «En España habíamos hecho unos resultados muy buenos. Echo de menos tener más competición, que es lo que he vivido yo siempre», cuenta el aragonés, acostumbrado a vivir el deporte desde un lado más profesional. Es lo que le falta, lo que le hace meditar si el verano es un buen momento para terminar la aventura americana y volver a casa: «En España tenemos más medios en cuanto a material. Al final, esto es un club de una familia que trata de sacarle el máximo beneficio. En Estados Unidos todo se mueve por nú- meros, básicamente por el dinero. Es otra mentalidad. Aquí el dinero es lo que prima. Hay mucho trabajo, mucha gente y se podría trabajar de otra manera, pero esto funciona así», concluye con cierta resignación.