Qatar y Neymar fueron dos de los pilares sobre los que se asentó el proyecto de Sandro Rosell. Con el expresidente en prisión preventiva, y dos años después de ganar las elecciones, empieza de verdad el mandato de Josep Maria Bartomeu. Con Rakuten en la camiseta y un nuevo delantero (¿Coutinho, otro brasileño?) para recomponer el tridente que le brindó la victoria en el 2015.

Neymar se traslada. La compañía Neymar, en realidad. No se marcha un jugador. Se van con él su conocidísimo padre, el fichaje más caro de la historia del Barça, más que el hijo, más que Luis Suárez, por todo lo que ha costado al Barça y no solo de dinero; se van los Toiss, esos amiguitos del alma que le han acompañado noche y día para que el futbolista no sintiera nostalgia de Brasil, y se va la corte de asesores y trabajadores de la empresa, que se establecerá ahora en París para conseguir aquello que perseguía: el liderazgo en la industria.

UNA EMPRESA MERCANTIL

Porque eso es Neymar. Una empresa mercantil que trata de convertirse en la primera firma mundial de la industria del fútbol. Ha seguido todos los pasos que, seguramente, constan en el manual de marketing. Pero el producto no ha conseguido el protagonismo único y exclusivo que pretendía ser. Ni en el Barça ni en el fútbol. No ha sido ni el número uno ni el número dos. Ni ha sido mejor que Messi ni ha dado mejor rendimiento que Cristiano Ronaldo.

Incapaz de superar a Messi, por más que se le invistió como su sucesor y seguramente esa era otra de las razones que motivaron su fichaje (detrás siempre de la inmensa calidad futbolística que atesora), Neymar se muda a París para abordar otra escalada a la cima.

EL BALÓN DE ORO

Estará más cerca, sin duda. El Balón de Oro vuelve a decidirse en los despachos de ‘France Football’. Y será más fácil contraer los méritos para levantarlo frente al Troyes, el Dijon y el Amiens, que ante el Leganés, el Sporting y el Girona. Las botas Nike se verán más nítidas y relucientes cuando se las ate o se las cambie hacia el minuto 5 de partido.

Insensible a los sentimientos frente a los negocios, el reino de Qatar ha querido contratar al verdugo más humillante del club estrella que dirige, ahora que ha perdido al Barça. Neymar fue el gran artífice de la remontada jamás vista, con el 6-1 en los octavos de la Champions. Dos goles anotó, cruciales, para que se consumara el milagro. Pero el decisivo fue obra de Sergi Roberto, un humilde canterano, y la foto fue la Messi abriendo los brazos como un dios inderrocable. Quizá entonces advirtió que no tenía nada que hacer en el Camp Nou.

EL CARIÑO DE LOS CULÉS

Tampoco Neymar supo conquistar el cariño de los culés. Sí la admiración, con un vertiginoso regate, excelente, el catálogo más variado e imaginativo del fútbol mundial. La naturalidad no se compra. Dejará el recuerdo de un maravilloso futbolista que deja una admirable marca de 105 goles y 61 asistencias en 186 partidos, y una colaboración casi imprescindible en la conquista de los diez últimos títulos.

Dejará también un recuerdo de polémica judicial, con medio club desfilando vergonzosamente por los juzgados, los dos últimos presidentes encausados y un Barça condenado con dos delitos por todas las maquinaciones que hizo para arrebatárselo al Santos ante las mismísimas narices del Madrid. Florentino Pérez no lo ha perdonado.

222 MILLONES

Dejará también Neymar 222 millones para que el Barça vuelva a mirar al fútbol y se reformule sobre el juego, aquello que siempre ha proclamado y que últimamente había perdido de vista, atrapado en el mundo de las apariencias, como ha escenificado hasta el último día, con más pena que el primero en el que lo presentó.