Lorenzo Ortas es uno de los padres del himalayismo aragonés. El oscense, junto a varios compañeros de Peña Guara, conquistó el primer ochomil para Aragón. Fue el Gasherbrum I en 1983. Con 63 años ahora es el vicepresidente del club oscense y se ha adaptado a los nuevos tiempos. El veterano montañero practica la escalada deportiva en roca y es el director técnico del Rally FIXE 12 horas de Escalada que se celebró el sábado pasado. Incluso ya ha disputado con un compañero de cordada alguna de estas pruebas que se celebran en el territorio nacional. «Me adapto a las tendencias. No lo veo mal porque soy el organizador. He participado en los rallys del Peñón de Ifach y Tarradets. Me gusta el ambiente y te estimulas. Es una competición muy sana», explica Lorenzo Ortas.

Esta prueba alcanzaba la novena edición. Se apuntaron 28 cordadas con 56 alpinistas que realizaron varias rutas a lo lardo de doce horas seguidas. Comenzaron a las ocho de la mañana junto al refugio de Riglos y acabaron después de un exigente esfuerzo a las ocho de la tarde. El Rally de Riglos es una de las cinco pruebas del circuito junto al Peñón de Ifach, Leiva, La Cabrera y El Chorro.

Esta vez el tiempo acompañó y la temperatura fue ideal para escalar. El límite de cordadas inscritas era de 35. «Pero solo el año pasado cubrimos 34 parejas. Esta modalidad deportiva que ya está consolidada no deja de ser una reunión de escaladores que hacen durante doce horas el máximo de vías», indica.

Los grandes escaladores nacionales no se acercan por esta competición entre amigos de la escalada. «Las figuras son de escalada deportiva. Aquí viene gente que escala en pared y hace varios largos. No son conocidos, pero son unos bestias. Para hacer cinco o seis Viseras hace falta ser un buen escalador y estar muy fuerte», afirma.

Este año hubo dos equipos que quedaron empatados. «Unos hicieron seis Viseras y otros cinco Viseras y el Mallo Pisón. Ganaron por metros los madrileños Javier Guzmán y Rafael Gómez a los navarros Daniel García y Egoitz Egozkue, ganadores de la pasada edición. Los madrileños acumularon 1.380 metros y ya se han llevaron los dos primeros rallys. Fue muy emocionante y ganaron al concluir la última vía». Los terceros fueron la cordada del GREIM compuesta por Raúl López y Álvaro Martínez. En mujeres ganaron Elena Cornic y Olga Revelles y en la mixta, Isabel Pozo y Jaume Oliva.

Cada una de las vías tiene unos puntos según su dificultad y longitud. «En total hay 38 vías. Hay rutas que tienen 27 puntos como la Popeye y la Zuzem de la Visera. Otras vías tienen 26 puntos como la Tucam Ausente y la que menos es el Espolón Arrabal, con 8 puntos, y la Ejea y la Galletas, con 11». Unos escaladores dieron prioridad a la dificultad técnica y otros a la cantidad. «Unos hacen una vía en cada mallo o subir mas mallos, pero al final solo buscan el triunfo tres o cuatro equipos. Los demás van a hacer sus propios retos». Los que subieron más paredes fueron David Palmada y Álvaro Lafuente. «Hicieron seis mallos diferentes en el Firé, Pisón, el Puro, el Mallo Macizo, el Mallo Colorado y la Visera», enumera Ortas.

Los que salieron a por el triunfo no se dieron un minuto de respiro. «Debajo de los mallos hay tres puntos de avituallamiento donde hay bebidas, bocadillos y fruta. Cuando terminaban una escalada pasaban por el avituallamiento. Algunos sí que descansaban, pero los que hacían seis o siete mallos no descansaban nada. Iban a piñón fijo porque, si recuperaban, no terminaban la vía», explica Lorenzo Ortas.

La roca de Riglos es única en el mundo. «Son vías entre 200 y 300 metros de longitud y todas ellas están equipadas. Es un conglomerado con desplomes de muy buena roca. Es una escalada muy atlética, muy dura y muy vertical. La Visera son 270 metros desplomados. Hay que tener mucha fuerza en los brazos y la resistencia es fundamental», indica el veterano montañero.

La prueba coincidió con la Marcha de los Castillos. «Tenemos unos prismáticos en el refugio para que la gente vea a los escaladores cómo suben». En total hubo 25 voluntarios en los avituallamientos con dos turnos, haciendo bocadillos, llevando bebidas y controlando las vías. «Cada cordada llevaba colores diferentes y así sabíamos quién es quién». Por la noche la entrega de premios en el refugio de Riglos se llevó a cabo tras la cena. «Nos dieron pasta con verduras y un guiso de pavo muy bueno», concluye.