--Llega cedido en enero del 2003, como petición expresa de Paco Flores, que ya lo había dirigido en el Espanyol. Usted estaba en el Villarreal entonces.

--Sí, el entrenador me pidió a la directiva porque confiaba en mis posibilidades como jugador y yo lo conocía y sabía que me podía adaptar bien a su trabajo y al equipo. Como creo que sin duda pasó. Mi llegada fue buena, porque el Zaragoza necesitaba un futbolista de mi perfil y cualidades. Paco sabía lo que podía dar, que podía jugar más ofensivo o que también podía ofrecerle al equipo más capacidad defensiva, que es lo que más me demandó.

--Dijo que usted era casi una garantía para subir a Primera, que con Galca aumentaban mucho las posibilidades de ascenso. ¿Le presionaron esas palabras?

--Esa frase no fue ninguna presión añadida. Él, por dar más equilibrio al equipo, quería contar conmigo, porque aquel Zaragoza tenía buenos futbolistas en ataque y necesitaba mejorar la consistencia. Y creo que fue muy positivo, porque el Zaragoza ascendió a Primera.

--Su llegada aumentó las diferencias entre el entrenador y la dirección deportiva que encabezaba Miguel Pardeza.

--Lo recuerdo, sí, pero insisto en que en mi caso la petición fue un acierto. El equipo estaba arriba cuando llegué, pero la Segunda es dura y larga y se cumplió con éxito. Además, subir en un año no es fácil. No hay nada más que ver lo que está viviendo el Zaragoza estas temporadas, ahora con un buen excompañero y amigo como Lluís Carreras. Cuesta subir, aunque creo que esta temporada lo va a lograr porque está en buenas manos.

--Fue titular desde el primer momento y disputó 24 partidos en esos seis meses del final de la campaña 02-03. ¿Cómo se sintió?

--Muy bien tanto en la ciudad como en el equipo. Lo recuerdo con mucho cariño ese tiempo. Había un buen vestuario y la verdad es que la afición del Zaragoza es exigente, pero es un buen público, que vive con mucha intensidad los partidos.

--¿Cree que los zaragocistas valoraron su aportación al equipo?

--Habría que preguntarle a ellos. No sé si la afición valoró o no mi fútbol, pero en todo caso eso no es lo importante. Lo fundamental es que se subió y la gente disfrutó. Para mí lo mejor fue ver la felicidad de los aficionados por recuperar el sitio que ese club tiene que tener siempre. Y recuerdo que casi no celebramos ese ascenso, solo en el vestuario. El Zaragoza llevaba muchos años en Primera cuando bajó, luchando por títulos, por estar en Europa y no se le dio tanto valor a volver ahí. Seguramente ahora se le dé más valor, porque, insisto, la Segunda es durísima.

--En Mallorca, en Segunda, cuando vino de Rumanía hizo trece goles. Aquí no vio puerta.

--Tuvo que ver mucho la demarcación, aquí jugaba en una posición más retrasada, con más atribuciones defensivas. Paco sabía de mi sacrificio y de mi capacidad para adaptarme a ese puesto, aunque a mí siempre me gustó llegar a portería, intentar mi disparo, buscar el gol y tener más protagonismo en el juego, pero el equipo necesitaba otra cosa de mí, más en lo defensivo.

--Algunos veían su fútbol poco trascendente...

--Bueno, no voy a entrar en eso, el entrenador confiaba en mí y creo que acertó por el rendimiento que di.

--¿Tampoco está de acuerdo en su fama de jugador frío, de transmitir poco?

--¿Que yo no transmitía? (sonríe) Creo que es todo lo contrario, me gustaba implicarme mucho en el campo, con mis compañeros, en el juego. De verdad que no es así. A lo mejor algunos lo apreciaron así porque estuve poco tiempo y no me pudieron conocer bien.

--De aquel Zaragoza que sube en la 02-03 destacó sobre todo la irrupción de Cani, que fue clave. Usted ya era un veterano entonces. ¿Cómo lo veía a él?

--Tuvo una aparición muy destacada, es verdad, también Iban Espadas estuvo a buen nivel y nos dio bastante. Y Galletti era muy rápido arriba. De todos los que estaban yo sí veía mucho en Cani, tenía talento, se notaba que podía llegar lejos, se le apreciaban cualidades futbolísticas para destacar y para acabar fichando en un futuro por un equipo importante. De hecho, así sucedió y fue a más como futbolista en las temporadas siguientes.

--En ese vestuario estaban, Paco Jémez, Aragón, Yordi, Juanele... ¿Con quién se relacionó más?

--Con todos, pero congenié muy bien desde el principio con Fernando Soriano. De hecho, con el único de aquella época que tengo un contacto fluido es con él, al margen del míster, de Paco Flores, con el que también hablo bastante. Con Paco Jémez me he saludado cuando nos hemos enfrentado en Liga. Fue un buen compañero en el vestuario, un tío de mucho carácter. Ya se le ve como entrenador y era igual como jugador, se notaba cuando hablaba en el vestuario.

--También estaba Luis Carlos Cuartero, ahora director general. ¿Se imaginaba que iba a llegar a ese cargo en el club?

--¿Por qué no iba a poder serlo? Él siempre tenía mucho sentido común, era un tipo muy tranquilo, que veía bien el fútbol, que le gustaba mucho y estaba muy pendiente de todo. Cualidades tenía para ello.

--Tras acabar la temporada, Flores pide expresamente y de forma insistente que usted siga, pero Pardeza decide que no. ¿Cómo vivió todo aquello?

--Bien, son cosas del fútbol. El entrenador pidió que siguiera y creo que el equipo necesitaba a alguien en ese puesto, no fue un capricho de Paco. Yo quería quedarme tras subir con el equipo, porque además es un gran club, pero el fútbol es así. No guardo rencor a nadie por eso, ni a Pardeza ni a Pedro Herrera, que también estaba. De hecho, con Pedro me he visto algunas veces y hemos hablado. Si ellos tomaron la decisión, es lo que hay. Yo no estaba de acuerdo, pero no hay más que decir.

--Tras estar unos meses sin equipo. Se marchó al Almería. Allí echó raíces. ¿Es su club más importante en España?

--Bueno, Almería ha sido importante, me quedé allí a vivir cuando acabé como jugador, por la familia, por los estudios de los niños. Y también empecé como entrenador en el Almería B. Para mí es una etapa significativa en mi carrera, aunque la que más en España, por tiempo y por lo vivido, es la del Espanyol, es mi club más importante aquí. Sin duda.

--¿Y el Zaragoza qué significó?

--Pues también fue destacada, por el ascenso, porque estuve a gusto, porque cumplí con el objetivo. Guardo buenos recuerdos de esos seis meses. Es fundamental que los jugadores cuando lleguen a un club tengan capacidad de adaptación a las necesidades del equipo. Yo creo que ahí la tuve para que el Zaragoza pudiera lograr su meta. Eso es lo fundamental.

--Paco Flores lo dirigió en el Espanyol, en el Zaragoza y en el Almería. ¿Qué significó en su carrera como jugador?

--Es, sin duda, el entrenador más importante de mi carrera como futbolista y no solo por tenerlo en tres clubs diferentes. Fue el que más marcó, nos conocíamos tan bien que él casi no tenía que decirme nada, yo ya sabía cómo pensaba. Era un entrenador muy directo, pero a mí me gusta la gente así. De hecho, que él fuera tan claro ha hecho que sigamos manteniendo una muy buena amistad con el paso de los años.

--Siempre decía que la mano izquierda es solo para los toreros, no para los entrenadores. No era un técnico que se callara mucho las cosas, ¿no?

--Es verdad. A mí como técnico también me gusta ser bastante directo, porque busco que los futbolistas sepan bien lo que quiero de ellos. A veces tienes que decir cosas duras, pero eso el jugador al final también lo agradece porque saben de antemano a qué atenerse. No decir toda la verdad creo que al final es contraproducente, en el fútbol y también en la vida.

--Su carrera futbolística empezó en su país, en el National de Bucarest, después en el Arges Pitesti y se consagró en el Steaua.

--A los 19 años ya estaba en el Steaua, donde había un juego muy combinativo, un buen fútbol, y allí gané varios títulos, cuatro Ligas y dos Copas en cinco años. Vino Bartolomé Beltrán, que era el presidente del Mallorca, a Rumanía a convencerme personalmente, porque también tenía el interés de Las Palmas. Me convenció y recuerdo que presentaba un programa en televisión. Fue un acierto porque estuve a gusto allí. Estaba Víctor Muñoz de entrenador, también él me pidió. Además, después me dirigió en el Villarreal.

--Víctor Muñoz es otro entrenador con mucha personalidad.

--Ha tenido una buena trayectoria y con el Zaragoza ganó una Copa, lo que no es fácil. Es también un entrenador de carácter, pero eso lo veo positivo, aunque también hay que elegir el momento, saber cuándo sacarlo.

--¿Y su experiencia con la selección de Rumanía?

--Muy amplia (sonríe). Fui 68 veces internacional, disputé dos Mundiales y dos Eurocopas. Iordanescu era el seleccionador y teníamos grandes jugadores.

--Empezando por Hagi, el Maradona de los Cárpatos.

--Destacaba por encima de todos. Para mí sin ninguna duda es el mejor futbolista con el que jugué. Lo de ese apelativo era merecido. Tenía una habilidad impresionante, con la selección era capaz de ganar partidos con su calidad, su disparo y su talento. Pero había otros buenos futbolistas: Popescu, Belodedici, Petrescu, Dumitrescu, Craioveanu, Lacatus, Adrian Ilie después....

--No tanto en el 94, pero en el 98 sí pareció que Rumanía perdió una gran ocasión. De hecho, ya no han vuelto a un Mundial.

--Yo estuve en los dos campeonatos. En el 94 jugué menos, pero en el del 98 creo que había una muy buena mezcla de veteranos y jóvenes y la selección tenía más consistencia, no jugaba tanto a la contra como antes. Nos eliminó Croacia por un penalti que no fue y ellos acabaron terceros. No tuvimos suerte.

--¿Recuerda cómo fue su último partido en ese Mundial?

--Sí, salimos todos teñidos de rubio. Fue una cosa de un compañero, de Petrescu, que dijo que si pasábamos del grupo íbamos todos de rubio y lo hicimos.

--Su carrera como entrenador cogió vuelo en el Steaua, con tres títulos.

--Lo cogí en un momento difícil, con muchos cambios en la alineación, perdimos ocho titulares, tuvimos que adaptarnos y en la pretemporada fue duro, pero conseguimos imprimir un juego ofensivo, un fútbol bonito. Ganamos los tres títulos jugando bien, algo que hace que la satisfacción sea mayor.

--¿Cómo ha visto su etapa en el Espanyol?

--Ha sido complicada. Llegué con una idea ofensiva, agresiva, de tener el balón y de recuperar en campo contrario. Y cambiamos. Vimos que no era lo adecuado para el equipo, buscando que estuviera más atrás y con más seguridad defensiva. Hemos dependido de varios jugadores y cuando faltaron se han notado.

--¿Le ha dicho ya el Espanyol algo sobre su continuidad? No parece que tenga muchas opciones...

--No sé si voy a seguir, la verdad. Tenemos que hablar con el club y decidir entre todos lo que sea mejor. Siga o no, ha sido una experiencia positiva.

--¿Le gustaría dirigir al Zaragoza?

--Ojalá pueda dirigirlo en un futuro, pero eso ya se verá. Esa puerta claro que está abierta, me encantaría, por todo, por la afición, por la ciudad, porque estuve ahí jugando. Pero ahora tienen un muy buen entrenador. Coincidí con Lluís en el Mallorca y tengo muy buena relación, hablamos mucho.

--¿Cómo lo está viendo?

--Yo le deseo toda la suerte del mundo y confío mucho en él. Le costó al principio porque los entrenadores necesitamos tiempo. Si él hubiera cogido el Zaragoza en verano ahora el equipo estaría aún más arriba y con grandes opciones de subir directamente. Pero aun así está haciendo un muy buen trabajo, ojalá logre que el Zaragoza vuelva a Primera.

--Le falta alguna sonrisa más a su amigo Lluís....

--Es serio, sí. Pero tímido no. En las reuniones que hacemos y cuando nos juntamos desde luego que no lo es.