Son los chicos de casa «los que van a llevar al Real Zaragoza a Primera División». Lo dijo Natxo González así de natural hace cuatro días en estas páginas, donde mostró su orgullo por el rendimiento que han ofrecido los cuatro zaragozanos recién llegados. No sorprendieron sus palabras, más bien sirvieron de constatación. Ellos son, sin duda, lo mejor de una temporada en la que el equipo aragonés ha ofrecido más ratos de mal humor que de entretenimiento. A la gente se le ilumina la cara con estos cuatro amigos (Pombo, Delmás, Lasure y Guti) que se han convertido en el sostén de un conjunto formado en verano con algunas piezas exóticas, pero que hoy en día se sustenta sobre el valor humano y futbolístico de su repóquer aragonés: los cuatro jinetes de Láinez y el capitán Zapater. Son el corazón del Zaragoza que nunca dejó de latir, que mantiene vivo al equipo. Más allá, son algo más que renovada sangre zaragocista. Hoy en día son rentables y productivos, incontestables todos. Varios datos demuestran su innegable rendimiento. Las cuatro victorias más recientes, todas, nacieron de sus botas; han marcado cinco de los últimos ocho tantos; su talento y eficacia ha sumado 13 de los últimos 15 puntos.

En la importancia ofensiva ha destacado naturalmente Jorge Pombo. Sus tres dianas le han dado al Real Zaragoza 9 puntos, con una importancia colosal en los dos últimos choques en La Romareda, en los que abrió y cerró el marcador con dos disparos desde fuera del área. 1-0 ante el Tenerife y el Córdoba. El tercer gol, que le permite estar empatado con Toquero como segundo máximo goleador de la plantilla -el primero es Borja con nueve-, lo logró en una estelar aparición de media hora ante el Rayo Vallecano, en la que rozó un golazo antes de robar y culminar una acción en la que combinó con el gallego.

Puede jugar en la banda, en la mediapunta y en la delantera con espontaneidad. Gana importancia para el equipo cerca del área rival, donde tiene más gol que los compañeros con los que se le asocia en el perfil. Dijo Natxo González hace días lo que era bien sabido en Zaragoza, donde se barruntaba que iba a ser un futbolista necesario. «Todos le conocemos. Es un jugador con un potencial que creo que no lo sabe ni él. Cuando sea capaz de adquirir esa regularidad y esa madurez a nivel emocional, será un gran futbolista. En ello estamos, vamos a ver si conseguimos que no tenga esos altibajos. Cuando está muy bien, es fantástico; cuando está muy mal, es un cero a la izquierda. Lo hemos hablado y es trabajo tanto mío como suyo».

El trabajo, a la vista está, ha funcionado. Pombo ha crecido en significación dentro del equipo, con capacidad y personalidad. Se diría que es algo que distingue a todos los recién llegados, el carácter. Julián Delmás tuvo que debutar en la primera jornada de Liga en Tenerife y ya en sus estreno se comportó con desparpajo. Después ha reunido media docena de fabulosos partidos, acompañados por otros de gran regularidad. En todos ha puesto el corazón, la rasmia aragonesa que tan en falta se echa en algún otro futbolista. Marcó, además, un buen gol en El Molinón que dio el triunfo (0-1). 16 apariciones en total. «Hace cuatro o cinco meses era impensable que pudiera jugar tanto».

Lo mismo se puede decir de Lasure, el hombre tranquilo. Comete pocos errores, juega concentrado, nunca duda en meter el pie. Se ha cargado de las convocatorias a Ángel y ha hecho olvidar el experimento del entrenador con Alain Oyarzun. Extraña un tanto que Natxo González, que ahora lo considera intocable, no lo encontrara antes. Sí vio pronto a Raúl Guti, del que se enamoró en pretemporada y que ya lleva más de mil minutos de fútbol, aderezados con un gol ante el Barça B que reconquistó un punto. Lo define bien el técnico en sentimientos: «Ahora mismo me quita el sueño no poder contar con él». Con Guti y con todos. Son el corazón, el futuro, la verdad.