No recuerdo haber visto antes a Natxo González tan nervioso. La imagen del técnico, sentado en el banquillo atacando un botellín de agua carpeta en mano y envuelto todavía en sudores fríos, era delatadora. El árbitro acababa de decretar el final del partido y Natxo, al fin, respiraba tranquilo tras unos últimos minutos de alta tensión. Su equipo había sabido sufrir. No jugó bien. Ni siquiera fue superior a su rival. Tampoco controló el choque y acabó pidiendo la hora tras no haber sabido aprovechar veinte minutos de superioridad numérica. Pero ganó donde antes lo habían hecho solo tres equipos. Venció en feudo de un adversario que se juega la vida en cada zancada. Derrotó a un rival herido de muerte. Un león. Más pequeño y con colmillos menos afilados. Pero un león al fin y al cabo.

Ese largo sorbo de Natxo sucedía a un mal trago. La Cultural acabó encerrando en su área a un Zaragoza que volvió a demostrar que el mono de trabajo ya no le queda tan mal. Ganó porque se lo curró, un factor nada baladí en una categoría sólo apta para currantes.

La faena fue fea, tediosa y áspera. Como gran cantidad de partidos en una temporada. Como lo vienen siendo los últimos disputados por un Zaragoza que ha perdido intensidad y frescura. No es el equipo aragonés el de hace un mes. Pero bueno es recuperar aquello desde las victorias, el camino más corto hacia cualquier destino.

Si existe ese bajón coincide con el de dos de sus puntales básicos: Zapater y Guti. Ambos fueron clave en el resurgir y lo serán en la recta definitiva de la temporada. Sus posiciones, en los costados del rombo, son determinantes para el buen funcionamiento del sistema, pero exigen un desgaste al alcance de pocos. Y ambos parecen estar acusando ahora el derroche de kilómetros recorridos en cada partido. Son los que más distancia acumulan y eso resta a la fuerza frescura con el balón. Convendría tener todo eso en cuenta a la hora de analizar ese bajón actual. Zapater y Guti son escuderos de Eguaras (Ros ayer), de los laterales y deben ir de área a área. Tela. Si no están ahora tan finos como antes es, simplemente, porque son mortales.

Tiene mérito, pues, la victoria zaragocista. Y más después de sucumbir de forma lamentable hace solo seis días frente al colista. Ya lo dijo Natxo en la previa: el partido en León iba a dictaminar quién es el Zaragoza, hacia dónde va y por qué. Quizá por eso el vasco permaneció unos segundos solo en el banquillo tras el triple pitido final. Sabía que su equipo había superado la gran prueba de carácter y lo había hecho con solo un jugador de campo por encima de los 30 años durante casi todo el partido. Si remontar un marcador adverso sigue siendo la asignatura pendiente para acabar de mostrar personalidad y capacidad de reacción ante la adversidad, retener la ventaja adquirida tras golpear primero es también una costumbre. Y eso también refleja carácter. Pero también manejo de elementos y conceptos defensivos. Y esa es una de las mejores noticias que depara esta temporada: el Zaragoza ha aprendido a defender. Comete errores individuales, tiene todavía desajustes y aspectos a mejorar pero sabe defender. Y eso, viniendo de donde viene, es oro puro. Como lo son Zapater y Guti, el corazón del león.