Jesús Arroyo es un atleta peculiar. El pasado sábado realizó la segunda mejor marca mundial de seis horas en pista de tartán de su categoría (M-55) en Villafranca del Penedés. Fueron 182 vueltas a la pista roja de 400 metros de cuerda y recorrió 72 kilómetros y 935 metros. No se hidrató con agua, ni con geles. «En los momentos de más bajón tomaba cerveza con alcohol y gominolas. Hasta cuatro latas me bebí y me sentaron fenomenal. Ni gota de agua, porque me sienta mal. Y la bebida isotónica me sienta también como un tiro», explicaba satisfecho.

El atleta del Running Zaragoza corrió un mes antes el Nacional de 100 kilómetros en Canarias. «Pero había vientos de 60 kilómetros por hora y me retiré en el 50, para que así me sirviera de entrenamiento», apunta Arrayo, que en cinco años ha acabado cinco pruebas de 100 kilómetros en ruta y el invierno pasado fue el cuarto del mundo de su categoría en Murcia. «Mi mejor marca es de ocho horas y 47 minutos», explica el ultrafondista. También ha disputado los típicos pollos, corre el maratón en tres horas peladas y es el director de la popular Carrera del Ebro.

Sus grandes gestas se deben mucho a su capacidad mental. «En estas pruebas hay que intentar ser un diesel. Hay que correr entre 4.40 y 4.45 cada mil. Pero la presión psicológica es enorme. Vas mirando el reloj para no perder el ritmo y no descuidarte. Si te duermes en carrera, no logras tus metas», indica Arroyo.

La crisis

Para el zaragozano el peor momento de su reto fue del kilómetro 60 al 65. «Tenía un inicio de calambre en la pierna derecha. Reyes, mi compañera, me dio una lata de cerveza y me la bebí, me comí dos gominolas y ¡tira millas!». Otro elixir mágico fue un carajillo. «El gran Domingo Catalán se lo tomaba antes de las carreras. Decía que va directamente a las fuentes de energía. En Villafranca del Penedés encontré un bar cuyo dueño era de Albalate del Arzobispo. Estaba abierto a las siete y cuarto de la mañana y la carrera comenzaba a las ocho. ¡El carajillo es sagrado!», exclama Arroyo. Nunca se paró para recuperarse del esfuerzo. «En las seis horas no paré a orinar. Comenzó a las ocho de la mañana y terminé a las dos. Después no comí nada porque no tenía hambre y me fui con mi pareja a Nocito», dice.

Al final hizo en seis horas 72 kilómetros y 935 metros. «Ahora soy el segundo del mundo. El primero es un corredor alemán que tiene 73 kilómetros y 400 metros. El que más distancia hizo hace años en veteranos fue Jesús Aubeso con 84 kilómetros». Arroyo cumple 57 años dentro de una semana. «Mi objetivo es seguir corriendo muchos años. No por épica, sino que corro por instinto. Necesitamos hacerlo por algo más que una medalla». De cara al futuro piensa en correr las 12 horas en pista y cerrar su círculo disputando las 24 horas. «Lo voy a intentar en unas pistas que no les pega nada de aire como pueden ser Zuera y también podría ser en Huesca», concluye Jesús Arroyo, ilusionado.