Ya han llegado las primeras nieves al Pirineo aragonés. Las pasadas jornadas una fina capa blanca cubrió las montañas desde sus cotas medias. Los esquiadores ya preparan su material para comenzar a practicar su gran pasión en Cerler, Panticosa, Candanchú y Formigal. Ha sido el primer aviso puesto que se espera que suban las temperaturas los próximos días. El puente de Todos los Santos puede ser la última gran oportunidad de los senderistas para subir un tresmil asequible para sus posibilidades.

Uno de los posibles objetivos es el Clarabide. Situado en el valle de Estós, está considerada como una de las montañas más amables del Pirineo. Es uno de los tresmiles más sencillos de Aragón como los son el Taillón, Bachimaña, Batoua e incluso los techos del Monte Perdido, Posets y Aneto.

Clarabide tiene 3.017 metros y su pico gemelo de la Tuca de Clarabide 3.019 metros. Está situado en un circo repleto de montañas graníticas, en cuya cubeta está el Ibón de Clarabide. Casi todas las cimas de esa corona de moles se suben trepando. Son los casos de Gourgs Blanques, Portillón de O, Seil de la Baque y el propio Perdiguero, el pico más alto del macizo con sus 3.222 metros.

Un clásico

Clarabide es una de las excursiones típicas que se afrontan en el verano desde el refugio de Estós, como lo es el sendero pirenaico G.R.-11 y la visita al paraíso de los lagos de Batisielles. Es asequible para todas las edades y personas de un nivel físico medio. En otoño es importante tener en cuenta que es preciso madrugar puesto que el día acorta. Lo más importante en cuanto al material es llevar unas botas para andar por terrenos pedregosos y por los escasos neveros que se han formado esta semana. Además hay que llevar ropa de abrigo, un gore-tex, un forro polar, guantes..., para no verse soprendidos por el frío.

El pico de Clarabide se puede afrontar en verano en una jornada saliendo de Benasque y dejando el coche al comienzo de la pista donde nace el valle de Estós. Pero ahora lo más racional es dividir la ascensión en dos etapas, pernoctando en el refugio de Estós, que se encuentra en el corazón del valle, a 1.895 metros de altitud.

El primer día es una entretenida toma de contacto con el valle. Desde las inmediaciones del Puente de San Jaime, el senderista va subiendo por un estrecho barranco paralelo al río. Por el margen derecho del Estós se llega por una pista a la cabaña de Santa Ana y después a la de Turmo. Es aquí donde el otoño llega a su máximo esplendor con el festival de ocres, rojos, amarillos, marrones..., salpicados de vacas paciendo en las verdes praderas. Es el paisaje más parecido al paraíso terrenal. Al fondo del valle el senderista puede observar la Tuca de Gias, que oculta las dos puntas de Clarabide.

A partir de aquí comienza el sendero que en 40 minutos conduce al refugio de Estós, que en esta época tiene muy pocos usuarios. El día siguiente llega el plato fuerte de la ascensión a uno de los tresmiles más frecuentados del Pirineo. Es una subida de un desnivel de 1.193 metros, muy mantenida y sin apenas descansos. El sendero, que parte por detrás de los servicios del refugio, es muy evidente en su primer tramo. Sigue la dirección noreste entrando en el barranco de Gias.

Al principio asciende por la margen izquierda del Forau de O, y bajo un estrechamiento cambia de margen para superar el tramo más pendiente. El camino se suaviza y llega al Ibón de Gias, después de dos horas desde el refugio.

El senderista ve el evidente camino hasta el pico, que pasa antes por un collado a 2.900 metros. El sendero de paso a un caos de piedras y ahora las referencias del andarín son los mojones. Poco a poco se va ganando altura y se contemplan los gigantes del Posets, Aneto y Maladeta. El pico se encuentra a un escaso cuarto de hora del collado. El senderista ve coronado su esfuerzo de tres horas con una vista impresionante.