Era pequeñita, apenas llegaba a los 1,52 metros de estatura, pero su determinación y valentía eran enormes. Sin ese coraje no se entiende que fuera capaz de enfrentarse a todo un país, tradicional y cerrado como Japón, que no comprendía que "una ama de casa", como ella misma se definía, tuviera que abandonar a su marido y sus dos hijos para ir a escalar. A Junko Tabei esas críticas le dolían en el alma, pero le hubiera dolido mucho más no haber continuado con su gran pasión, subir montañas, lo que le llevó a culminar una de las grandes gestas de la historia del himalayismo: el 16 de mayo de 1975 se convirtió en la primera mujer en pisar la cumbre del Everest (8.848 metros), el techo del mundo.

De esta forma, Tabei abrió el camino a otras alpinistas que hasta entonces no eran bien vistas en un deporte dominado por los hombres y acalló las críticas en su país, que la convirtió en una de sus grandes heroínas hasta el día de su muerte, el pasado 20 de octubre, con 77 años, víctima de un cáncer.

Nacida en Miharu (Fukushima), a Tabei le gustaba explicar cómo se enamoró de las montañas durante una excursión escolar al monte Nasu (1.917 metros). Fue acercarse a las laderas de aquel volcán y despertarse en ella una pasión irrefrenable por encaramarse siempre a lo más alto.

INICIATIVA PIONERA

Pero los pocos recursos económicos de su familia, que poseía una pequeña granja agrícola, le privaron de ese sueño hasta que llegó a la universidad de Showa, donde se graduó en literatura inglesa y educación. Ya allí topó con la intransigencia masculina, ya que los chicos no acogieron de buen grado su entrada al club alpino universitario. Por eso decidió fundar, en 1969, el Club de Mujeres Montañeras de Japón, una iniciativa pionera en su país. Fue el primer paso de su gran aventura. Solo un año después llegaba su primera y triunfal incursión en el Himalaya: junto a Hiroko Hirakawa y dos sherpas, conquistó la cumbre del Annapurna III (7.555 metros) abriendo una nueva ruta por la cara sur.

Su reputación internacional como escaladora fue creciendo a medida que en su currículo se incorporaban también las cumbres y rutas clásicas de los Alpes hasta que en 1975 su figura adquirió una dimensión universal. Ese año fue declarado por la ONU como el Año Internacional de la Mujer, lo que propició que Nepal concediera el único permiso anual que se daba entonces para ascender al Everest a una expedición japonesa formada solo por mujeres. Entre ellas se encontraba Junko Tabei.

ATRAPADA POR UNA AVALANCHA

La expedición, sin embargo, pasó por momentos muy críticos. El 4 de mayo, después de varias semanas de trabajo colocando cuerdas fijas y abriendo huella en la nieve, una avalancha arrasó el campo situado a 6.300 metros y a varias de sus integrantes. Entre ellas, Tabei, que estuvo sepultada unos largos minutos, totalmente inconsciente, hasta que un sherpa dio con ella.

Afortunadamente, el grupo al completo pudo reiniciar la escalada, tras recuperar fuerzas en el campo base, y dos semanas más tarde Tabei, en compañía del sherpa Ang Tshering, se convertía en la dama del Everest al pisar su cima. Tuvieron que pasar seis años para que volviera a subir a lo más alto de otro ochomil, el Shisha Pangma (8.013 metros), y en 1992, convertirse en la primera mujer en ascender a las siete cumbres más altas de cada continente: Kilimanjaro (5.893 metros), en África; Aconcagua (6.962), América del Sur; Denali (6.190), América del Norte; Monte Vinson (4.892), Antártida; Elbrus (5.642), Europa, y Kosciuszko (2.228), en Australia, además del Everest.

Dedicada al cuidado medioambiental de los montes (publicó una tesis universitaria sobre la basura en el Himalaya), no dejó nunca de escalar. El pasado mes de julio subió por última vez al Monte Fuji.