Que Unai Emery es un hombre vehemente se sabía en España sobradamente. Apasionado y enérgico, a menudo sus ruedas de prensa son un pequeño espectáculo. Pero a esas características ya conocidas se ha añadido un elemento que acrecienta el atractivo de sus intervenciones: el uso de un francés bastante atropellado, voluntarioso y animoso, pero decididamente muy mejorable.

En la conferencia de prensa previa al partido que el París Saint Germain -equipo al que entrena ahora tras sus éxitos en el Sevilla- debe disputar el domingo en Mónaco, Emery dio una demostración.

La tesis que quería defender era que la competencia es básica para mantener el equilibrio entre los jugadores y que estén todos dispuestos y enchufados. Y para reforzar los argumentos se alió con dos botellines de agua. El concepto quedó claro, y los periodistas pasaron un buen rato, a tenor de las risas que se escuchan.