Con los sables aún desenfundados en la batalla por saber si el Real Zaragoza-SD Huesca es un derbi o un encuentro de rivalidad regional, se abre un tercera opción de dimensiones aún más trascendentales expuesta al juicio del tiempo: ¿se trata del partido del siglo para ambos? Podría ser: los azulgranas buscan entrar en la historia y los blanquillos, que han vivido en estas casi dos décadas finales para conquistar títulos y para evitar el descenso a un infierno de puertas cerradas desde hace un lustro, se baten en este triste pasaje de su biografía por sellar de una vez --lo antes posible-- su supervivencia institucional. Un error este sábado no condena a ninguno de los dos equipos, pero el resultado que se dé aglutinará un sinfín de aristas que podrían afectar al futuro de los intereses de ascenso directo de los oscenses o a la vía de promoción para los zaragocistas. La magnitud épica de la cita se centra publicitariamente en la pugna fratricida, en realidad la menor de las motivaciones por mucha sangre que se encienda en el entorno, pese a que la hoguera de la venganza se eleve altiva por motivos sociales y deportivos bien conocidos en las dos trincheras. Posiblemente, como dice Cristian Álvarez, quien controle ese tipo emociones, además de las intrínsecas al choque de trenes, tendrá mucho ganado.

La SD Huesca, que recuperó en Cádiz el pulso de sus mejores días, acumula seis jornadas consecutivas sin vencer, con el aplazamiento contra el Albacete de por medio. Líder incontestable en 18 jornadas del campeonato, dispuso de una distancia de 11 puntos con el tercero, margen que le situó en la rampa del ascenso virtual a finales del 2017. El nuevo año, en forma de lesiones y sanciones a granel, le devolvió a su condición humana. Se presenta así en el Municipal para reencontrarse con una victoria que le permita recuperar el trono y sobre todo la confianza plena. Si pierde, sus opciones de gloria máxima continuarán intactas, pero sentirá cómo le balbucea la corona sobre la cabeza porque ya no será dueño absoluto de su destino y porque el calendario enfurece sus rampas de forma considerable. El empate tampcoo es buen botín para el conjunto de Rubi y se equivocará si lo convierte en preferencia. Con la amenaza de que Sporting y Rayo cojan la escapada buena este fin de semana y el Cádiz le birle la tercera plaza.

Por detrás y muy cerca llega el Real Zaragoza como un cohete. Dobló la esquina de la primera vuelta en harapos y a falta de nueve partidos está que tira la casa por la ventana aun permitiéndose caer con todas las de la ley con el Sevilla Atlético en La Romareda. Por las inercias actuales es favorito, aunque haría muy mal en confiarse de las estadísticas y de las apariencias. Tendrá que pujar por los tres puntos alejado de la confianza, muy pendiente aunque sin complejos frente a un enemigo con armamento suficiente para destrozarle la línea de flotación al menor despiste. En el caso de superar al Huesca estará defendiendo su sexto lugar (o el estreno del quinto si el Granada no doblega a Osasuna en Los Carmenes) y quién sabe si postulándose para un milagro de los que no necesitaría comprobación ni aprobación vaticana para ser confirmado. Por contra, un marcador adverso podría desplazarle hacia abajo porque el pelotón perseguidor no le pierde de vista. Está claro que los desfibriladores deben estar bien engrasados esta jornada en el corazón futbolístico de Aragón.

Este escenario era impensable al inicio del torneo y mucho menos en el paso del ecuador: los dos clubes aragoneses a sopapos en la recta final por subir a Primera, en un encuentro de vuelta que da para un máster de psicología en el día, horas, minutos y segundos previos al partido. En cualquier caso, el diván de los derrotados acogería con más heridas al Huesca, que se aferraría a una espiral perdedora muy peligrosa en este tramo de la competición. La muchachada de Natxo González también cogería hora para una consulta con la diferencia de que conoce a sus fantasmas interiores y está más capacitado para reponerse de una depresión que los azulgranas, surfeando por méritos propios en la ola de la euforia toda la temporada. Curioso intercambio de presiones y responsabilidades.

A este encuentro de nobles y elevados intereses o enfrentamiento de rivalidad regional le sucederán varios cuartos de final, semifinales y finales hasta que acabe el curso, por lo que al cocido se le puede echar la cantidad de dramatismo que se desee. ¿Derbi? Existe un componente de viejas rencillas vecinales --algunas personalizadas--, pero se trata de un partido más y sin embargo el partido del siglo para un Huesca que quiere alcanzar el cielo y para un Real Zaragoza que bracea con flotadores económicos por volver a él. El orgullo por ser elegido el niño bonito por un día lleva implícito un premio muy superior: el depósito emocional lleno para lo que resta de este apasionante viaje.