No dan los minutos todavía para sacar conclusiones del fútbol y la temporada con la que se van a trazar el Real Zaragoza y el Huesca, que el domingo se enfrentan en un derbi inmaduro, obviamente por historia, ahora por circunstancias. La coyuntura ha situado frente a frente a los dos equipos aragoneses en el primer domingo de septiembre, con algunos tornillos por encajar y más tuercas por apretar. El equipo de Milla es segundo con 4 puntos, lo que aparentemente tendría que interpretarse como una buena noticia. Sin embargo, se marchó de Lugo con la sonrisa borrada y la sensación de que el equipo está lejos de ser lo que debe. El de Anquela ha dejado, otra vez, mejores sensaciones que resultados. Volvió a casa con buenas sensaciones ante el Nástic, mereció más, pero un despiste le dejó sin victoria en el minuto 90.

A estas alturas de temporada no da tiempo ni de encender las chispas de la pasión propia de estos encuentros de rivalidad. Se espera buen ambiente en La Romareda para el derbi, aunque lejos de aquel choque de diciembre del 2008. Hay entradas a precio asequible (15 euros) para los visitantes más ávidos (las primeras 300, el resto salen a 30 euros en el Fondo Sur) y en Zaragoza se espera el tirón de los abonados que andan rezagados, entre las vacaciones y las dudas.

La primera jornada dejó una magnífica impresión del equipo de Milla, que caminó en la misma dirección durante buena parte del encuentro de Lugo. No es aún un bloque compacto, ni con una estructura mental completa. Por eso se disolvió, pese a tener clara la organización defensiva desde hace semanas. Después de las pruebas de pretemporada, el técnico se ha inclinado por un 4-1-4-1 con Zapater como ancla, Manu Lanzarote y Xumetra en las bandas y Cani escoltado por Erik Morán en una posición que se le hace incómoda, por no decir extraña. Todo ello, con cuatro atrás y Ángel arriba, compone un Zaragoza peligroso, sobre todo a la carrera. Es en el contraataque donde más daño está haciendo.

No habrá variaciones el domingo, más allá de lo que dictaminen las últimas horas de mercado. Tampoco en el Huesca, donde Anquela ha olvidado aquellas pruebas con tres centrales y se ha decantado por un 4-2-3-1 marcado por la granítica pareja que forma el doble pivote del centro del campo: Bambock y Aguilera. Por ahí, a la espera de Lluís Sastre, le falta el fútbol que le daba Fran Mérida, ahora en el Osasuna. Lo ha compensado con el crecimiento de Samu Saiz, convertido ya en la piedra angular del ataque oscense.

El rendimiento del madrileño ha crecido de tal manera que será el hombre más a tener en cuenta en La Romareda, donde faltará Alexander González, convocado por la selección venezolana. Su lugar debería de ser para Kilian, salido el pasado verano del club zaragozano, o Camacho, aunque esta opción obligaría a Anquela a modificar el sistema. En la banda izquierda estará Ferreiro, al que acompañará en ataque Urko Vera, que se ha quedado con lugar del lesionado Borja Lázaro, quien tampoco estará en Zaragoza. El buen rendimiento en el centro de la defensa --sorprendente Jair-- pese a la ausencia de Íñigo López y la sobriedad de los laterales Nagore y Soriano completan un equipo al que le ha puesto la guinda Sergio Herrera, el portero llegado del Amorebieta. La conclusión deja un Huesca con buena pinta, aunque le falte frescura en la construcción en la medular y, sobre todo, resultados.