No cabía esperar un milagro y no lo hubo. El CAI Zaragoza, bajo la batuta de Pep Cargol, plantó batalla por momentos al Valencia Basket, puso intensidad, no bajó los brazos, pero ofreció los mismos problemas ofensivos y dificultades defensivas de siempre. Total, que el Valencia es mejor equipo, se siente quien se siente en el banquillo aragonés, y se llevó el duelo sin demasiados esfuerzos (76-84). No fue un partido de alta intensidad, más bien tranquilo en todos los aspectos. El conjunto de Pedro Martínez confirmó su liderato de grupo y continúa con una clasificación impoluta, siete victorias en siete jornadas. El CAI tendrá que esperar aún para certificar su pase al Last 32.

Pep Cargol no propuso grandes novedades. Ya había advertido en la previa de que no había tiempo material para modificar nada y el técnico interino mantuvo casi todo como estaba. El regreso de Linhart por Sastre fue la única novedad en el quinteto inicial con respecto al partido anterior y el reparto de roles resultó muy similar. Tuvo más minutos de lo habitual Kanacevic por una razón muy sencilla: se los ganó. El pívot ofreció su mejor versión, puso ganas y obtuvo el acierto que se le había negado hasta ahora. Anotó 13 puntos y fue la nota más positiva de la noche para el CAI Zaragoza.

En cuanto al resto, nada nuevo. La sensación fue la habitual de la temporada. Al CAI le sigue costando un mundo generar puntos y tiene problemas para frenar al rival. Tampoco era el de ayer el mejor partido para sacar grandes conclusiones ni el mejor rival para recuperar sensaciones. El Valencia no fue el equipo agresivo y agobiante de otros días, tampoco lo necesitó. Su defensa fue más eficaz, entorpeciendo el ya de por sí poco claro ataque local, y en ataque movió con mucha más velocidad y criterio el balón generando buenos espacios para buenos tiradores. Con un 52% de acierto desde el 6,75 no tuvo excesivos problemas para dominar el encuentro.

El CAI no tuvo esa fluidez, le costó buscar y encontrar espacios y sus tiradores tuvieron la fortuna habitual. Diener no se esconde, la pide, se la juega, pero no acierta. O sale mal de los bloqueos o debe tirar con el tiempo encima o tiene el punto de mira desviado. En defensa, sufrió corriendo detrás de Stefansson en algunas fases. Por fuera solo produjo con cierta eficacia Sek Henry, en penetraciones, y los más acertados de lejos fueron Linhart y Fotu.

SIN PROTESTAS

El equipo salió con una intensidad desconocida que sorprendió a propios y extraños. Le sirvió para dominar el marcador los primeros instantes, porque en cuanto el Valencia empezó a anotar desde lejos le dio la vuelta al resultado y fue jugando con el marcador y el tiempo hasta el final. El CAI quiso, intentó acercarse, pero no pudo, ni supo ni le dejaron. El Valencia fue dueño y señor del encuentro aunque sin alardes y sin forzar la máquina. Los problemas del equipo aragonés son los mismos que hace tres días. El CAI necesita trabajar más su defensa, también ponerle más intensidad, y explotar mucho mejor sus recursos ofensivos. Desde hoy tendrá que trabajar en ello Andreu Casadevall, que tomó buena nota de lo visto ayer desde el palco.

El CAI Zaragoza perdió el partido pero ganó tranquilidad. Con Ruiz Lorente fuera del banquillo, el club evitó la protesta generalizada que cabía esperar en la creciente escalada de descontento social de las últimas semanas y que, de no frenarse, podía empezar a orientarse hacia el palco. Cargol tuvo que oirse también algún silbido en su presentación, por no perder la costumbre, pero las protestas fueron ayer para el trío arbitral.

Los colegiados se llevaron el premio a la labor más desconcertante de la temporada. No es que el público no coincidiera con sus decisiones, es que no coincidían ni ellos mismos. Pero no hubo pitos para el equipo ni para nadie del CAI. En realidad, no hubo tampoco mucha gente para protestar: 4.627 aficionados en una de las peores entradas de los últimos años, incluso para un partido europeo. Esas cifras también deberían preocupar y ocupar al club, que no puede permitirse el lujo de alejarse y aislarse de la gente.