El montañero aragonés Carlos Pauner acomete este mes de noviembre la cuarta etapa de su reto "7 cimas", el de la Pirámide Carstensz, en la isla de Nueva Guinea, que aunque no supere los 5.000 metros de altura sí que presenta varias dificultades en cuanto al acceso o la roca húmeda a escalar.

En este proyecto deportivo Pauner se propone coronar las siete cimas más altas de cada continente y subcontinente de la Tierra y, tras coronar el europeo Elbrus, el sudamericano Aconcagua y el africano Kilimanjaro, es el turno de la cúspide de Oceanía, la Pirámide Carstensz.

El reto se completará con el ascenso al pico Denali -en Alaska-, al Vinson -en la Antártida- y, por supuesto, a la gran cima de la tierra, el Everest.

En cuanto a la Pirámide Carstensz, el montañero jacetano ha reconocido que no es una cumbre "de gran complejidad", pero que sí que cuenta con "connotaciones especiales".

Así, ha destacado su emplazamiento en medio de la jungla, su compleja aproximación, al encontrarse en un territorio "bastante convulso" junto a la mina de oro y cobre a cielo abierto más grande del mundo, lo que obliga a acceder por una zona pantanosa, la lluvia que acompaña todos los días y el hecho de que la roca a escalar sea húmeda.

Pauner llegará a Papúa después de un largo viaje desde Nepal, donde desarrollará previamente otro de los proyectos que tiene en marcha, el "Viaje Solidario" de la fundación a la que da nombre.

En él tratará de extraer en poco tiempo la esencia de los sherpas que habitan el valle del Everest, al que se ha referido como "mi segunda casa".

Ha recordado que cuando terminó de coronar las 14 cimas del Nepal sintió la necesidad de investigar "qué les hacía falta" a sus pobladores y apuesta por la educación.

De este modo, la Fundación Carlos Pauner comenzó a colaborar con el orfanato de Lallitpur, un barrio marginal de Katmandú, que recoge a niños y adolescentes que se dedican a hurgar entre la basura para darles ropa, comida y educación.

Pretende así que los 14 sueños que cumplió él en este país asiático se conviertan en otros 14 sueños para otros tantos niños a los que dar un futuro.

Pauner ha señalado que apadrinar un niño en Nepal cuesta solo 900 euros al año, una cantidad con la que allí se hacen "grandes cosas".

Quiere asimismo que esta iniciativa sea recurrente y que se haga cada año en primavera y otoño, además de mostrar Nepal tal cual es, como un pueblo "con mucho orgullo" pero "noble" y "no pedigüeño", como el lugar donde cuando se ayuda el ser humano se siente "más reconfortado" y como una gente con un carácter que les hace crecerse ante la adversidad, tal y como demostraron tras el devastador terremoto que sufrió el país en 2015.

"La sonrisa de un niño en Nepal cuando te dice gracias merece la pena", ha asegurado.

Partirá a tierras del Himalaya en tres días e irá esta vez con 16 "amigos" de Aragón, a quienes mostrará las maravillas del país, y a ellos les precederá el envío de 350 kilos de ropa y material escolar para repartir allí.

Una vez en Nepal, además de conocer a los 14 niños a los que van a ayudar, les mostrará "en ocho o nueve días" un concentrado del país, del valle del Everest y de los sherpas.

Por otro lado, Pauner también ha presentado una máscara nepalí del siglo XVIII, donada por el coleccionista David Maturén, que será subastada para recaudar fondos para este proyecto solidario.

Según ha explicado, la máscara, adquirida a una colección americana, pertenece a una tribu "muy especial" de Nepal, la Rajbanshi, presenta una policromía bastante bien conservada y se utilizaba en ceremonias para adoctrinar a la gente.