Natxo González ha defendido a capa y espada el rombo como herramienta del juego interior del Real Zaragoza. Las características de la plantilla, con escasa genética para desarrollar el fútbol por los extremos, condicionaron un diseño que ha tenido sus altibajos pero cuya productividad puede considerarse elevada. Hubo que recomponer la partitura hasta que Eguaras se erigió en el líder del laboratorio con una apuesta clara de Febas como último eslabón creativo con los delanteros. La mediapunta, sin embargo, ha sufrido convulsiones a lo largo de la temporada. La irregularidad de Febas y la intermitencia de Papunashvili y Buff, que dejan buenos detalles aunque insuficientes para ganarse la titularidad en ese puesto, provocan mucha incertidumbre, con el conjunto aragonés expuesto a un buen día de alguno de los tres en lugar de a un rendimiento continuado de alguna de esas piezas de brillos aislados.

En esta etapa de la competición, puro fuego, ese dibujo tan reconocible lo está siendo también para los rivales a la hora de desmontarlo. En Cádiz se pudo comprobar con nitidez, donde Eguaras y Febas sufrieron una atención especial de la que jamás supieron escapar. No es la primera vez que al mediocentro le ponen un doberman sobre el dorsal, una vigilancia de la que le cuesta desembarazarse y que suele traducirse en su apagón y el de sus compañeros. Febas ya ha dejado bien claro que tiene detalles geniales, pero que se pierde dentro de su lámpara mágica con una forma poco madura de entender el juego. Dentro del rombo surge un dilema.

En plena lucha por la promoción de ascenso, el entrenador debería buscar soluciones o alternativas a ese estrangulamiento de los pensadores. No es sencillo porque en el caso de Eguaras no existe un futbolista de sus características. Por lo tanto, tendrá que ser él mismo quien se readapte a las condiciones adversas que le proponen con la presión sobre su salida o delegar en los escuderos (Zapater, Ros o Guti). Porque su depresión constructiva arrastra a una ansiedad general, a un abuso de la horizontalidad sin progresiones sinceras al área.

La zona de los enlaces sufre la ausencia de jerarquía. Febas resulta demasiado vulnerable (también en lo físico) y el espíritu guadianesco de Buff (al que hay que sumar sus pasos por la enfermería) no ofrece las suficientes garantías que no sean pinceladas artísticas. Papunashvili, un verso libre y con un evidente autismo deportivo, tampoco ofrece confianza ciega. No obstante el georgiano asoma en estos momentos como la mejor opción a esa plaza siempre y cuando reconozca el lenguaje en el ataque frontal, función que ejecuta con un individualismo extremo. Papu busca los espacios, toca a la primera y abre el campo con posibilidades de desborde en la conducción.

Hierve el torneo con tres fechas por delante para finalizarlo y un objetivo enorme por delante. El rombo necesita flexibilizarse y aumentar su protagonismo, y aunque se salga de su campo de acción, el regreso de Pombo en lugar de Toquero podría ayudar a dotarle de otra vía respiratoria.