Estrujó la copa como quien tiene en brazos al bebé más precioso del mundo. «Perdonadme, pero estoy comprobando que la tengo, que es verdad», dijo Caroline Wozniacki a los 15.000 espectadores que llenaban la Rod Laver Arena. Por fin. Después de 12 años y medio como tenista profesional, 67 semanas como número 1 mundial, dos finales del Grand Slam perdidas en el Abierto de Estados Unidos (2009 y 2014) y 811 partidos disputados, la dulce sonrisa de esta rubia danesa, de origen polaco, brilló como nunca en la noche de Melbourne Park.

Wozniacki conquistó en Australia por fin su primer Grand Slam a los 29 años y tras imponerse por 7-6 (7-2), 3-6 y 6-4 en una emocionante y espectacular final a Simone Halep. Igual que ella, la rumana también aspiraba a ganar su primer gran título, pero deberá esperar otra oportunidad después de perder en una apasionante batalla de 2 horas y 50 minutos.

Un thriller de alta intensidad con un guion que no se resolvió hasta los últimos dos puntos del partido. Dos puntos espectaculares, fiel resumen la final. Wozniacki, corriendo de un extremo al otro de la pista, devolviendo los tiros de una Halep renqueante, lesionada, que lanzaba la bola amarilla con rabia y que la tenista danesa, también con molestias en la rodilla, devolvió una y otra vez, cuando parecía imposible, hasta caer de su lado.

Una batalla que comenzó desde el primer punto bajo un calor sofocante (42 grados), a pesar de jugarse en horario nocturno. Un partido en el que Halep tuvo que ser atendida por una bajada de tensión en el segundo set, que acabó ganando con calambres. Un partido que se paró 10 minutos por la norma del calor antes de comenzar el tercer y definitivo set, en el que Wozniacki, después de mandar 2-0, vio cómo Halep le remontaba 4-3, hasta que pudo darle la vuelta definitiva. Un auténtico espectáculo entre dos tremendas campeonas que merecían llevarse la victoria por igual.