Dos viejos amigos seguían por televisión la 16ª etapa del Giro. Uno era Pedro Delgado y el otro Anselmo Fuerte. Como el resto de aficionados al ciclismo no daban crédito cuando a falta de 30 kilómetros vieron a Tom Dumoulin, con la maglia rosa, despojarse del casco y la ropa. Tras parar la bici, descolgado del pelotón de figuras, se inclinó para defecar en el prado, justo cuando comenzaba el segundo y definitivo ascenso al Stelvio. «Tuve que descargar. No podía más. Es una pena porque los habría ganado». Salvó el liderato por 31 segundos, en una etapa ganada por Vincenzo Nibali. Los dos amigos atendían la llamada. Y se improvisaba una pequeña tertulía. «¿Te acuerdas?», le decía Delgado a Fuerte. «Sí, fue en el Tour de 1986, en la etapa de Futuroscope, la que le ganó Sarrapio a Bagot. Lemond se cagó encima».

31 años después la anécdota de un Greg Lemond, vestido de amarillo, el líder que prefirió defecar encima que parar y ceder un tiempo precioso, se acompaña de risas. «Yo vi que Lemond progresaba y me extrañó que nadie fuese a su rueda. Yo pensé. No hay que soltarse», recordaba Perico. «Era imposible estar 100 metros detrás de él», añadía Fuerte. «A los pocos instantes me di cuenta por qué nadie estaba a rueda de Lemond: el olor».

Dumoulin, en cambio, en la que estaba considerada como etapa reina del Giro, primero el Mortirolo y después una doble ascensión, por caras diferentes, al Stelvio, antes de la bajada definitiva a meta, no aguantó más. Ya no tenía compañeros de equipo que le permitieran enlazar con el grupo. Comenzaba una apasionante persecución entre el ciclista holandés y todos sus rivales en la general. El domingo Quintana se fue al suelo en un descenso al derrapar la bici. Dumoulin prefirió esperarlo. Por eso, ayer, en Italia, lo vieron malhumorado. Arriba, en la meta, el holandés se dejó un precioso tiempo. Ganó Nibali un tremendo esprint a Landa y Quintana, tercero, ya está a 31 segundos del liderato.