Nueve temporadas después, Pablo Hernández dejará el Balonmano Aragón. El club le comunicó el miércoles su decisión de no contar con él para la próxima temporada por razones deportivas y el jugador lo hizo público a última hora de la noche en su perfil de facebook. "Quería que se supiera y decírselo a todo el mundo a la vez", explica el zaragozano, que no valora la decisión y solo piensa en "hacer un buen partido el sábado como despedida".

Aunque todavía no se ha firmado el acuerdo con Caja3, el club trabaja desde esta semana con mayor intensidad en la planificación de la próxima temporada. El director deportivo se ha reunido con todos los jugadores para explicarles su situación individual. Al adiós de Pablo se suma el de Iñaki Malumbres, por lo que el equipo se queda sin porteros a la espera de lo que ocurra con Jorge Gómez. Además, son ya seguras las salidas de Jorge Maqueda, Gabor Grebenar y Josep Masachs. En el resto de casos dependerá de la respuesta de los jugadores.

En una temporada totalmente diferente a las demás, más difícil que ninguna, el zaragozano tenía la esperanza de continuar ligado al equipo de su ciudad. "La primera idea era seguir, pero lo cierto es que con todos los problemas económicos el equipo ha estado en el aire y la situación era de incertidumbre", explica Pablo.

LA EVOLUCIÓN Cuando Pablo, formado en Corazonistas, regresó a Zaragoza después de pasar por Pamplona, Santander y Valladolid, el club era todavía Rótulos Plasneón, militaba en División de Honor B y jugaba en La Granja. Fue ese verano del 2003 cuando empezó la transformación, el cambio de nombre, la llegada de Caja Inmaculada, el traslado al Príncipe Felipe. "Recuerdo que me presentaron en la sede de Rótulos Plasneón junto a Chuchi de la Puente". En estos nueve años de consolidación en la élite, el denominador común ha sido ver a Pablo Hernández bajo palos. Solo Amadeo Sorli lleva más tiempo, toda la vida.

Han pasado dos presidentes, tres entrenadores y unos cuantos porteros, nacionales y extranjeros. Pablo siempre ha estado ahí, trabajando sin hacer ruido, sin molestar, sin una palabra más alta que otra sobre nadie, sin que nadie pueda decir nada malo de él. Más de 300 partidos después, Pablo se despedirá mañana en Huesca para pasar a ocupar un puesto destacado en la historia del club y en la memoria de los aficionados, que durante todo este tiempo han convertido el "¡Pablo, Pablo!" en banda sonora habitual del Príncipe Felipe.