—Regresa por primera vez a La Romareda tras dejar el equipo en el 2013. ¿Con qué sensaciones?

—Deportivamente, con las de volver a un estadio difícil ante un equipo histórico que tiene la misma necesidad que Las Palmas de intentar volver a Primera. Emocionalmente, regreso a una ciudad en la que viví momentos inolvidables, donde fui feliz, tanto yo como mi familia. La pena es cómo acabó todo, era algo que se veía venir por los años anteriores y que lo sufrí. Me sentí doblemente mal, por ese segundo año tan malo, por el descenso, y porque me sentí engañado.

—Por Agapito Iglesias, claro.

—Vamos a dejarlo ahí, que cada uno lleve su cruz.

—Un año después, en el 2014, se marchó Agapito del club. Ahora el Zaragoza tiene poco que ver con aquella etapa, aunque siguen los problemas económicos.

—Sí, es así. El problema económico lo tienen muchos equipos, aunque los del Zaragoza son importantes. En cuanto al club, hace un tiempo fui a verles contra el Sevilla Atlético al Pizjuán y vi personas muy serias e involucradas con el Zaragoza, algo que necesitaba esta entidad. Y esos cambios han tenido efecto para ser una organización más seria que seguro que dará sus frutos, con ese deseado retorno a Primera, que es el objetivo. Ver en el club a gente que sabe y siente lo que es el Real Zaragoza me hizo llevarme una grata impresión.

—La afición zaragocista se ha hecho más paciente tras tantos años en Segunda, sigue al lado del equipo de forma absoluta.

—Es que es una afición increíble. Los maños son personas de verdad, de los que van de frente, honestos, que se vuelcan y aman a su club. Esta afición sabe proteger y llevar a su equipo a poco que se le dé. Yo me siento orgulloso de haber emocionado a esa afición con aquella permanencia histórica y ellos a mí me compensaron con creces. Lo siguen haciendo porque son muchísimos los amigos que tengo allí.

—Fueron dos años diferentes, el primero (11-12) el de la salvación que parecía imposible. El segundo, el del descenso. ¿Qué le queda de aquella etapa?

—Tengo frescas muchas imágenes tanto de situaciones públicas, que las hubo, como más íntimas con aficionados que se me acercaban para mostrarme su cariño. La gente sabía que el problema no era deportivo, que hicimos una salvación que ha quedado en los anales de la historia y sin partidos raros, con honestidad y trabajo, con unos jugadores volcados y una afición entregada. Eso fue algo que me mostró lo más bonito del fútbol, todavía me emociono al recordarlo. En la segunda temporada se juntaron muchas cosas y, sobre todo en la organización del club, muy mal hechas. Llegamos a Navidad con 22 puntos, se nos cayó gente como Obradovic, Zuculini o Álamo y en el mercado de invierno una persona hizo lo que le dio la gana y destrozó al equipo, con jugadores que se querían ir y sin la tranquilidad que es tan necesaria. Fuimos de más a menos hasta bajar los brazos. Desde esa experiencia me hice más fuerte, crecí y ahora no me dejo engañar tan fácil. Son etapas que te hacen más mayor. De hecho, yo me siento mucho más mayor desde entonces.

—¿Tiene la espina de volver algún día al Zaragoza?

—Dije al irme que me gustaría ayudar al Zaragoza algún día. Ahora ese club tiene en Imanol Idiakez a un gran entrenador, yo estoy en un gran equipo y es absurdo hablar de esa espinita por volver. Lo que sí está claro es que, si un día no estoy en un proyecto y se me llamara desde el Real Zaragoza, no iba a poner ningún tipo de impedimentos que no fueran los futbolísticos si los hubiera para volver.

—Donde ha vuelto es a España, tras estar en Al Rayyan y tras una etapa exitosa en el AEK de Atenas. ¿Tenía ‘morriña’ por regresar ya a la Liga española?

—No fue morriña, para mí el AEK es mi casa, allí jugué dos finales de Copa, gané una, logré la Liga, hemos estado en Europa y transformamos a un club que venía de Tercera por impagos en el, para mí, el más importante de Grecia ahora. Esa era la idea que teníamos con el Zaragoza y no nos dejaron y esa es la que tengo con Las Palmas. Era importante volver a la Liga en una competición tan exigente donde nunca había habido tantos clubs históricos con aspiraciones de subir, pero cambié la Champions por Segunda y todo fue motivado por la familia porque necesitaba viajar con más frecuencia a mi casa.

—¿Tiene Las Palmas la obligación de subir?

—La presión es algo que se genera desde fuera y que tenemos que aislarnos de ella. Muchos recién descendidos de estos años, como el Zaragoza, han sufrido tras bajar esa presión y les ha afectado. Aquí hay que mantener la calma, ni se sube en octubre, ni en marzo. El Valladolid el año pasado, tras varios meses difíciles se enganchó al final y subió. Y lo contrario le pasó al Zaragoza, que hizo un pedazo de segunda vuelta, a un nivel increíble, y se quedó fuera en el playoff.

—Pero han hecho 16 fichajes, muchos de ellos de renombre.

—Para que lleguen 16 jugadores tienen que haber las mismas salidas. Vienen futbolistas que no han encontrado sitio en Primera y han visto la oferta y el proyecto como interesantes. Lo básico es ser conscientes de que estamos en Segunda y que no se asciende con nombres, que tiene que haber hombres dentro del campo que defiendan la idea de volver a Primera. Para mí eso no es una obligación. La obligación es intentarlo. Después, el fútbol tiene caminos inescrutables y te genera muchas sorpresas.

—¿Ve al Zaragoza como enemigo directo por el ascenso?

—Lo veo como un rival que le va a poner las cosas difíciles a todo el mundo. Es un candidato a subir, tiene un equipo casi hecho del año pasado, un grupo de trabajo bueno y una afición de Primera. Es que posee todos los ingredientes. Para mí es tan candidato al ascenso como el que más. Al fútbol no se gana con estampitas sino con un buen proyecto. Y el Zaragoza lo tiene.

—¿Qué destaca del Zaragoza, a qué jugadores?

—No me gusta individualizar, yo no hablo de Messi para referirme al Barcelona. Yo veo al equipo, los mimbres que tiene, el trabajo que hay detrás. Me gusta la disposición de juego, la intención y la organización que tiene el Zaragoza sobre el césped, es un equipo trabajado, sin duda.

—¿A Idiakez lo conoce? ¿Qué le parece como entrenador?

—Lo conozco de su etapa de jugador, sé que ha estado trabajando en Segunda B de forma dura, también en la Liga chipriota, es un entrenador que se ha hecho a sí mismo. Ahora le ha llegado la oportunidad de un gran equipo, de un proyecto importante. Le he saludado en alguna ocasión, pero esta será la primera vez que lo hacemos como entrenadores rivales y lógicamente lo que quiero es desearle todo lo mejor.

—Al que sí conoce bien es a Lalo, estaba en aquella Comisión Deportiva que usted encabezó en su segundo año en el Zaragoza.

—No me sorprende su buen trabajo ahora tras ver lo que hizo en el Huesca. Por eso llegó al Zaragoza. Porque intuía eso lo metí en aquella organización deportiva que se montó. Fue una organización rara porque parecía que iba a ser una cosa y después era otra. Se veían muchos vídeos y a jugadores para hacer un gran equipo, pero al final solo decidía uno, el mismo, y así era imposible. A Lalo lo tuve como jugador en el filial del Sevilla, de ahí mi relación con él. Era un currante, un jugador que le veíamos que no iba a ser para el primer equipo, pero sí era un futbolista top en cuanto a sumar y ayudar siempre.

—¿Cómo valora su trabajo?

—Para mí es muy significativo lo que ha hecho y con los problemas económicos que tiene el Zaragoza. Cada vez monta un mejor equipo y ficha mejor. Es una pata fundamental en ese organigrama que ahora tiene el club.

—¿Ha hablado con él?

—No, recientemente no. Tengo ganas de saludarlo, es mi amigo y el sábado seremos rivales. Una vez que acabe el partido le desearé lo mejor a él y al Zaragoza.