Son tan míseros los datos de ataque del Real Zaragoza que sirve cualquier acepción para encontrar la realidad del equipo de Popovic. Es tacaño, de escaso valor, un grupo sin fuerza, se diría que hasta desdichado en esta Liga de obligaciones. Los resultados sujetaron durante un buen número de jornadas esta idea en la que al entrenador se le olvidó contar con el fútbol. El descuido se lo ha devuelto en forma de números, que demuestran la incompetencia ofensiva del cuadro aragonés. 13 goles en 14 jornadas. Menos de un gol por partido del Zaragoza en Segunda División. Un dato increíble, inconcebible casi en cualquier época. Es el peor, de hecho, en el último medio siglo.

En las últimas siete veces que el Zaragoza no ha jugado donde le obliga su historia, siempre ha rondado o superado la veintena de goles. Su peor registro es el más cercano, el de la pasada campaña con Víctor Muñoz, que condujo a su grupo hasta la jornada 14 con los mismos puntos que el actual (20), pero cinco goles más (18), la misma cifra que había encajado. Esos mismos tantos le bastaron a Paco Flores en la temporada 2002-03 para ir líder de la categoría. La razón es que solo había recibido 9, dato que le había disparado hasta los 28 puntos, dos más de los que lleva hoy el Osasuna, primer clasificado.

El doble de goles (26) llevaba con Marcelino en la campaña 2008-09, una cifra a la que ahora nadie se acerca. Ese poderío ofensivo le daría finalmente el ascenso, como lo haría con Rosendo Hernández en la 72-73, cuando ya alcanzaba los 25. En fin, todos los datos señalan a este Zaragoza por su incapacidad, esa ineptitud ya reconocida para generar fútbol y rematarlo. Por algo solo hay cuatro equipos que han anotado menos goles que los aragoneses en la presente Liga. Dos de ellos están en descenso: Bilbao Athletic (8) y Mallorca (9). Los otros dos son el Huesca (12) y el Lugo (12).

Así las cosas, el Zaragoza se ha puesto a la caza de un delantero hace días, concretamente desde que se lesionó Wilk. No lo ha encontrado de momento, ni se sabe si le bastará. El equipo necesita, además, generar fútbol y encontrar un orden fundamental. Popovic es rígido de cintura en la derrota, le cuesta cambiar partidos cuando el asunto se tuerce. Sí lo intentó en Alcorcón, aunque aquello más bien pareció un tiro a la desesperada, un batiburrillo que acabó con los futbolistas perdidos. Por lo demás, parece que se le ha escapado el equipo en cuanto a motivación, un aspecto que se le valoró, o sobrevaloró, en su llegada.

La cuestión es que el equipo no solo no controla los partidos, sino que, a ratos, como en Alcorcón, es ampliamente dominado. Allí fue sometido claramente en los primeros minutos y no ofreció respuesta alguna. Se esperó el gol con resignación, sin mover una pieza, sin hacer un cambio. Y llegó, claro. Las alteraciones empezaron cuando en el descanso liquidó a Aria, otra vez. De poco valió. El Zaragoza misérrimo se quedó por séptima vez esta temporada sin marcar.