Está visto que no hay Mario ni Lolo que valga. El Zaragoza cometió ayer los mismos errores individuales, o más, que en sus peores tardes. Se sabe que un día se busca al culpable dentro, otro en la grada, las más en el banquillo. Ayer tocó esta última. Víctor se revolvió descabellado en la sala de prensa exagerando los mejores minutos de su equipo, aunque haya que concederle cierta razón en su hipérbole. Su equipo fue imponente en el primer cuarto de hora, con Willian José dominando las líneas de pase y el Numancia a punto de caer noqueado. Por momentos pareció nacer el mejor Zaragoza, el que se debe y espera para el ascenso. Quizá fue un sueño, quizá.

El caso es que el equipo dejó pasar el primer tren. Lo hizo porque no acertó Bastón una ocasión clarísima; porque a Pedro se le escapó un control que también era gol tras otro regalo del brasileño; porque Eldin, tan solicitado, tiró un ataque que tenía la mejor pinta antes de perder el balón que se convertiría en el primer tanto. Ese error, quién lo diría, supuso casi el final del partido. Acababan de encender cuatro cafres unas bengalas, y esa luz pareció anunciar el abismo. Crisis, dicen. Está por comprobar la gravedad del enfermo, aunque es evidente que no se pueden permitir rachas tan nefastas. No le ayuda que su portero y su delantero se columpien.

En el Zaragoza abundan historias y otros cuentos sobre la importancia de determinados futbolistas. Se ha ido culpando en jornadas pretéritas a los centrales, sobre todo a Rubén; a los laterales, especialmente a Rico; a los mediocentros, a Willian, a Álamo, a las bandas... Cuatro han quedado casi siempre libres de culpas. Uno es Galarreta, que ni es tan estrella ni tan inconsistente. Otro es Dorca, que cada día parece menos. Los otros dos, de punta a punta, son Whalley y Bastón. Adiós.

Hace días que el goleador ha desaparecido. Se sabe que su fútbol pierde mucho fuera del área, pero se le espera, se le exige, cuando el balón pisa la zona roja. Tres partidos sin marcar son casi un crimen para él, más si falla ocasiones tan claras como la de ayer. En fin, que Borja se ha desvanecido y en el vértice contrario se ha averiguado que a Whalley le circula sangre por su cuerpo. Después de que Víctor le sacase la cara el viernes, el portero se mostró ayer inquieto, casi angustiado. Y cometió una de benjamín en el gol de Julio Álvarez. Regresan las nubes, se rediscutirá a Víctor y se pedirán más cambios. El caso es que el Zaragoza no funciona por culpa de su técnico, pero son sus jugadores los que todos los días, todos, cometen errores gravísimos.