Un punto le falta a España para colarse en los octavos de final del Mundial. Un punto no basta, sin embargo, para Fernando Hierro, obsesionado en lanzar un mensaje de máxima alerta ante un partido envenenado contra una Marruecos (20.00 horas) que tiene ya las maletas hechas para volverse a cara después de encadenar dos derrotas (Irán y Portugal). Pero, en realidad, a España le falta un punto más de juego, un punto más de gobierno de los partidos y, sobre todo, un punto de estabilidad defensiva para no sufrir tanto.

Un punto para recuperar la personalidad y autoridad que desprendía el juego de España antes de aterrizar en Rusia. Llegó a Krasnodar y el fútbol no fue el mismo, ya incluso en el amistoso ante Túnez, con un ajustado triunfo (1-0) gracias al gol de Iago Aspas. Luego, el terremoto: Lopetegui se marchó al Madrid, apenas 48 horas antes del debut en el Mundial, y Hierro («Me siento seleccionador desde el primer día que me puse el chándal», dijo ayer en Kaliningrado) se sentó en el banquillo. Nuevo orden en tiempo récord.

«Debemos tener las luces bien abiertas», exclamó el nuevo seleccionador, que no lleva ni dos semanas en el cargo. Apenas 12 días, dos encuentros del Mundial (3-3 contra Portugal y 1-0 contra Irán, cuatro puntos) y la sensación de que el aura que acompañaba a la selección se ha perdido. Algo que resulta hasta cierto punto lógico teniendo en cuenta la sacudida que se ha vivido. «Debemos tener los ojos bien abiertos, bien abiertos», reclamó Hierro, que no se fía de nadie. Y menos de Marruecos, por muy desahuciada que ande el grupo de Hervé Renard. «No estamos clasificados matemáticamente todavía», recordó el seleccionador español, escamado como está porque el equipo transmitió inquietantes señales de inestabilidad.

Un punto de control le falta a España, que hace cuatro años ya estaba eliminada en el Mundial de Brasil en el segundo partido tras las derrotas con Holanda (1-5) y Chile (2-0). «Queremos ser primeros de grupo», decía una y otra vez Hierro, consciente de que el camino se allanaría de tal manera si alcanza ese objetivo que podría perder de vista a Brasil, Alemania, Argentina, Bélgica y Portugal. Si todas, claro, hacen sus deberes. La primera que debe hacerlo es España. «Sabemos que Marruecos será un rival peligroso y muchas veces puedes tener la tentación de relajarte. No podemos hacerlo», clamó Hierro, empeñado en recuperar en poco más de 10 días la solvencia defensiva que distinguía a la selección, que sufre (y mucho) con «las transiciones defensivas.

MÁS QUE MÚSCULO / Pero eso no pasa por meter «más músculo», como le cuestionó ayer un periodista, sino por potenciar, sobre todo, «las virtudes y características», según precisó Hierro, del fútbol de España. Se trata, por lo tanto, de «tener fe y confianza en lo que este equipo lleva mucho tiempo trabajando». Un equipo que, como bien dijo el nuevo seleccionador, lleva la autoría ideológica de Lopetegui, que le toca ver el Mundial por la televisión. «Si tuviéramos que poner más músculo...», aseguró luego Hierro de forma retórica. «No, no, nosotros somos otra cosa más que el músculo. Lo de los músculos no va con nosotros», reiteró después con un cierto punto de sorpresa por esa cuestión.

España necesita ser España, dominante con el balón y contundente en el remate. Al menos, el nueve no se discute: Diego Costa lleva tres goles en los dos partidos del Mundial. Pendiente, eso sí, de que las manos de De Gea no se doblen con tanta facilidad y que la selección se muestre realmente de hierro sin confiarse.