Se abrazaron en el centro de la pista, se estrujaron los cuerpos con la misma fuerza que minutos antes demostraron con sus poderosos brazos y le dieron las gracias a los casi 2.000 seguidores que ayer cruzaron la frontera desde Galicia para apoyarles en el pabellón de Caminha. Era el premio al trabajo bien hecho. La recompensa a un éxito en el que la selección española demostró tener dos líderes fuera de lo común: Masip y Dujshebaev. Dos estrellas a las que se les suma un grupo de gregarios de lujo que se dejó hasta la última gota de sudor para derrotar a Islandia por 32-31 y entrar, por fin, en la lucha por las medallas.

El primer objetivo está cumplido. España disputará los próximos Juegos de Atenas-2004 y ahora tendrá la oportunidad de igualar, como mínimo, el histórico cuarto puesto logrado en Egipto-1999. La medalla debe esperar. Croacia será el rival de mañana de la selección española en las semifinales. Francia, actual campeona del mundo, y Alemania se jugarán la segunda plaza en la final. Suecia y Dinamarca, las dos grandes favoritas para ganar el Mundial de Portugal, quedaron ayer eliminadas y no estarán, de momento, en la cita olímpica.

HOMBRADOS, ACERTADO España tocó el cielo. Ahora sólo falta que remate la faena y recoja el botín. César Argilés demostró que esta selección puede tener una dirección bicéfala. Era evidente. Dujshebaev dirigió al equipo en una apretada primera parte en la que el grupo del Ciudad Real y un extraordinario Juancho Pérez llevaron la voz cantante. Lástima que la defensa española acusó cierta falta de coordinación y Barrufet no estuvo inspirado. Pero en situaciones así, cuando las cosas no salen bien y amenaza ruina, surge el equipo. Y ayer emergió Hombrados para demostrar porqué la portería española es la mejor del mundo. Su partido fue perfecto.

Aunque el cambio radical llegó en la segunda parte. España empataba 18-18 cuando Argilés comprendió que el balonmano es Masip y que es un lujo reservarlo sólo para defender. El capitán salió a la pista durante 18 minutos consecutivos y España se marchó en el marcador. Masip atacó con el corazón y esa inteligencia que sólo él tiene en la pista y, encima, ayudó a la defensa, que pasó de un 5-1 a un sólido 6-0. Masip, agotado, se sentó con un 29-25 y le entregó la batuta a Dujshebaev. Y éste no falló. Anotó dos goles decisivos y metió a España en la lucha por las medallas. Una posibilidad que ahora sí que está más cerca que nunca. Esta selección tiene duende.