España se dio un paseo por Zaragoza antes de viajar a Río de Janeiro. La selección de Sergio Scariolo cerró su ruta de preparación con un contundente triunfo (100-61) en un partido sin oposición en el que todas las conclusiones quedan en cuarentena, cuando no suspendidas definitivamente, ante la falta de un oponente de altura. El técnico utilizó por primera vez a los doce elegidos para los Juegos --San Emeterio fue el último descarte-- y repartió minutos entre todos los presentes, con Juan Carlos Navarro como único ausente por descanso, consiguiendo una victoria tan aplastante como escasa de valor en un pabellón casi lleno, más pendiente de los regalos, las fotos y los autógrafos que del escaso interés que despertaba el partido.

Costa de Marfil se presentó como un conjunto de aspecto físico pero con poca altura y, sobre todo, escaso de calidad técnica y táctica. No hay duda de que lo que vende es la marca España de baloncesto, de que el público lo que quiere es ver de cerca a Pau Gasol, a Navarro, Calderón, Ricky Rubio, a esa generación única en la historia del baloncesto español. Bien está además que esos jugadores que han teñido de oro el palmarés nacional reciban el aplauso y cariño allí donde van, como ocurrió ayer en el homenaje espontáneo en el que se convirtió la presentación. Pero el partido, la pachanga más bien, no estuvo a la altura del nivel que se le supone a esta selección ni de la preparación que se presume necesaria para un torneo como los Juegos Olímpicos.

INICIO APLASTANTE // Hubo momentos incluso de protestas desde la grada, que acabó más entretenida con los espectáculos malabares de los descansos y con los regalos de los patrocinadores que con el partido en sí. El resultado no fue un problema para España en ningún momento porque ni era relevante ni estuvo nunca en duda. Con el teórico quinteto inicial en pista --Ricky, Llull, Rudy, Mirotic y Pau Gasol-- España pasó por encima ante un desconcertado rival. Con un mínimo de intensidad atrás y Pau como referencia bien para jugar por dentro, bien para generar espacios fuera, la selección le endosó a Costa de Marfil un 27-4 de parcial en los primeros diez minutos que provocó que la grada celebrar la segunda canasta de los africanos.

Esa diferencia provocó la lógica relajación del equipo español, que bajó el pistón en el segundo cuarto. Menos defensa unido a más errores en el lanzamiento que provocaron más pérdidas permitieron a los costamarfileños desperezarse mínimamente con alguna buena acción de Pamba y la presencia de Kone. España sufrió ante su desacierto exterior (0/6 en triples en el segundo cuarto) y los africanos ganaron el parcial (16-19) aunque no servía de nada. El equipo se enganchó al faro de Pau Gasol para alcanzar el intermedio.

Tras el descanso la selección salió algo más entonada, recuperó el acierto desde el 6,75 y a base de triples y alguna contra amplió de nuevo distancias en el marcador y mantuvo atenta a la grada. Algún vuelo de Claver, alguna asistencia sin mirar de Ricky, un poco de magia del Chacho fueron los alicientes para el público hasta el final del partido. Mientras, Scariolo fue repartiendo minutos y probando diferentes cosas, alternando parejas de bases en la pista --con Llull siempre de escolta-- e incluso terminó el choque con Ricky, Calderón y Llull en pista.

Solo se quedó sin cambiar Juan Carlos Navarro, mientras que Calderón no tuvo ni doce minutos de juego y Sergio Rodríguez, 16. El resto jugó más o menos los mismos minutos y quedó claro que Pau Gasol sigue siendo la lógica referencia de este equipo en la pista. Poco más puede decirse de España tras un partido en el que llegó a los 100 puntos sin tener que pisar a fondo el acelerador y superó a su rival en todas las facetas. La valoración final fue de 149 para España y de 39 para Costa de Marfil. El paseo de la selección por Zaragoza fue un bonito recuerdo para los aficionados que pudieron hacerse una foto o llevarse un autógrafo. La cuestión deportiva queda todavía pendiente para cuando España tenga que debutar ante Croacia el próximo día 7 de agosto, el primer partido de verdad en los Juegos.