La selección española de balonmano certificó ayer su clasificación para la segunda ronda del Campeonato Europeo de Croacia, tras imponerse a Hungría por 25-27 a Hungría. Los españoles vencieron en un durísimo encuentro donde el oficio del combinado nacional permitió alcanzar la victoria.

Una veteranía que quedó especialmente reflejada en el manejo de las exclusiones. Mientras los españoles lograban abrir brecha en el marcador mediada la segunda mitad con un jugador sobre la pista, los húngaros no supieron nunca manejarse en inferioridad numérica. Un extraordinario resultado que no puede ocultar los enormes problemas que tuvo la selección española, que vio como el pivote Gedeón Guardiola tuvo que abandonar la pista lesionado en el tobillo, a causa de sus dificultades para dotar de velocidad a su juego ofensivo.

«Todo lo que podamos correr, mejor». Unas palabras del lateral Eduardo Gurbindo que se quedaron simplemente en eso, en palabras, en una mera intención, pues a la selección española le costó, al menos de inicio, dotar de la más mínima fluidez a su juego ofensivo.

Una ventaja que no supo aprovechar el equipo húngaro, que perdió la oportunidad de distanciarse en el tanteador al estar lastrado por las numerosas imprecisiones, que sólo logró atajar con los cañonazos del lateral Jamali.

Insuficiente argumento para que los magiares se hicieran dueños de un encuentro, que viró a favor del equipo español en el momento en el que los de Jordi Ribera pudieron darle un poco de velocidad a su ataque.

Una circunstancia en la que influyó decisivamente la salida a la pista del pivote Adriá Figueras, un jugador más móvil que Julen Aginagalde, y que, con sus constantes desplazamientos sobre la línea de seis metros, logró dar por fin salida a los movimientos ofensivos que allanaron el camino para lograr la victoria.