El derbi se juega esta tarde (16.15 horas) en Cornellá. También en El Prat. Y en Barcelona. En realidad, se juega en millones de sitios a la vez, pero ninguno tan especial como en el corazón de dos aficiones de una misma ciudad. Es un partido, sin duda, terriblemente especial para la maravillosa minoría perica. E igual de especialmente terrible para la aplastante mayoría culé. Tras tres intensos duelos (gana el Barça con un parcial de 7-1 y el pase a la semifinal copera, aunque el Espanyol podrá presumir, y con razón, de que ha sido el único equipo capaz de derrotarle desde agosto pasado), llega el cuarto y último del curso. No es, por supuesto, un derbi más. Ni mucho menos, cargado como llega de una delicada y tensa atmósfera ambiental después de que Piqué etiquetara al «Espanyol de Cornellá porque está ahí, es una obviedad». De inmediato, el club blanquiazul reaccionó exigiendo una investigación al Comité de Competición sobre esas palabras y las de Busquets, quien solo se limitó a recordar que el Espanyol celebró antes de tiempo su parcial e insuficiente victoria en la Copa.

Conscientes de que el partido ha sido calificado de «alto riesgo», tanto Quique Sánchez Flores como Ernesto Valverde se afanaron en lanzar mensajes de concordia antes de verse por última vez tras los tres partidos anteriores en los que se vivió de todo. Sabe Quique, tras una semana tumultuosa por la derrota en Leganés y la posterior ola de críticas, que no hay mejor bálsamo que volver a derribar al Barça de Valverde. Sabe el Txingurri también que tiene que rotar para darle energía a un equipo que se ha ido desgastando con un denso mes de enero en el que ha debido eliminar a Celta, Espanyol y le queda ahora la vuelta de la Copa (jueves en Mestalla) para intentar apartar al Valencia y llegar a la final.

Más allá de palabras, insultos (como los que se vivieron en la ida copera en Cornellá y luego en la vuelta en el Camp Nou), o expedientes extraordinarios para investigar a Piqué y Busquets, está esa foto que se vivió ayer en la casa perica. «Somos rivales, no nos vamos a engañar. Pero somos compañeros. No hay mucho más, es un partido de fútbol», aseguró Valverde, quien ha contribuido a difundir esa calma.

La foto con Quique es el mejor ejemplo posible. Para el Espanyol, una derrota reabriría los viejos fantasmas. Para el Barça, en cambio, volver a caer tendría un efecto más anímico.