-Se retiró con 37 años en el Caudal de Mieres y decidió no seguir más ligado al fútbol.

-No me llamaba seguir en el fútbol en otra faceta. En Zaragoza y estando incluso Víctor de profesor hubo gente como Gay y Solana, si no recuerdo mal, que hicieron el curso de entrenador, pero a mí nunca me ha llamado lo de ser entrenador. Sigo entrenando y jugando algún partido con los veteranos del Sporting, pero de involucrarme con algún equipo o ir a alguna cantera, nada.

-Pero usted había jugado 12 temporadas en Primera División y podía haber sido un buen maestro.

-He jugado más de 300 partidos en Primera, pero no tengo alma de entrenador. Todavía podía haber llevado más partidos, porque en el Sporting estuve prácticamente un año sin jugar por una hepatitis y en el Madrid otro más por decisión técnica porque Toshack jugaba con carrileros y tenía por delante a Gordillo. Además, en el último año en el Zaragoza tuve la lesión de tendón de Aquiles y solo jugué cuatro partidos al final de temporada.

-Pero acabó satisfecho de su carrera deportiva.

-Sí, disfruté mucho en el fútbol y estuve en grandes equipos. Si me hubieran dicho cuando quería ser futbolista que iba a pasarme todo esto, hubiera firmado.

-Además, salvo la hepatitis del Sporting, la única lesión grave deportiva fue la del Zaragoza.

-Así es, porque nunca tuve nada ni de rodilla ni de tobillo. En el Sporting sufrí una fractura de codo, pero los médicos no me querían operar y jugaba casi con el brazo en cabestrillo. Entonces cada vez que me rozaban tenía que pedir el cambio y al final se rompió el tendón y tuve que parar.

-En Zaragoza se lesionó en un partido ante el Sevilla al jugar estando con algunas molestias.

-En el aquel partido había algún lesionado y estábamos los justos para la defensa. Recuerdo que veníamos de jugar Copa y que no había podido terminar ese encuentro. Era con el Sevilla el domingo 5 de septiembre del 93 en La Romareda y yo tenía ya cita el lunes con el doctor Guillén para que me revisara el tendón de Aquiles, porque ya me habían infiltrado tres veces.

-¿Y entonces por qué jugó?

-Víctor me dijo que si podía jugar y cuando estaba noté ya molestias. Por eso, mientras estiraba, llamé al doctor Villanueva y le dije que me iba a romper y que no iba a poder aguantar ni diez minutos, pero él me dijo que si tal que si cual. Y a los pocos minutos, no sé si aguante cinco minutos, me lesioné.

-Y ese fue su último partido con el Zaragoza.

-Mi último partido y mi última temporada, porque terminaba contrato y no me renovaron.

-¿Pero usted hubiera tenido opciones de renovar contrato en el caso de no haberse lesionado?

-El club nunca me había hablado de esa posibilidad. Yo había renovado un año tras acabar mi primer contrato después de llegar del Madrid, pero tenía la promesa del entrenador de que si las cosas iban bien, es decir que hacíamos una buena temporada, no habría problema para renovarme. Esa temporada entramos en UEFA y ganamos la Copa, pero no me renovaron.

-Quizás ese sea su peor recuerdo en el Zaragoza.

-Sin duda, pero el peor recuerdo es la lesión, que es lo que luego conlleva todo lo demás.

-¿Y guarda resquemor hacia alguien?

-Hombre, creo que Víctor no se portó bien conmigo. A mí me gusta decir las cosas como son. Al ir tan bien el equipo yo pensaba que, a pesar de la lesión, podía renovar, pero nadie se preocupó de mí ni me dijo nada. Además creo que mi rendimiento en el Zaragoza, salvo el primer año, que también tiene su porqué, fue bueno.

-Pero Víctor no le dijo nada.

-No. Además yo tenía una buena relación con él y después de los entrenamientos nos quedábamos incluso a hablar, pero a partir de la lesión esa relación se rompió. Ni me llamó a mi casa para preguntarme cómo estaba y del club, tampoco nadie.

-Pero en general qué recuerdo tiene de su etapa como jugador del Real Zaragoza.

-Muy bueno. Los tres primeros años jugué mucho y creo que mi rendimiento fue muy regular. Tuve muy buenos compañeros y una de mis hijas nació allí. A Víctor le achaco que como persona se portó mal conmigo, pero como entrenador puedo asegurar que tenía mono de ir a entrenar con él, algo que nunca me había pasado. Disfrutaba entrenando. Iba a la Ciudad Deportiva como loco, lo que son las cosas.

-Además vivió aquella noche mágica en La Romareda de la promoción contra el Murcia.

-Fue una noche mágica. Te lo jugabas todo a dos partidos. Menos mal que sacamos un buen resultado en La Condomina y luego lo confirmamos en Zaragoza. Fue una situación muy complicada tras haber hecho una campaña horrorosa, pero al final salió todo bien. El ambiente en La Romareda fue una maravilla y vivimos algo apoteósico.

-¿Cree que había equipo para haber hecho mejor curso?

-Quizás había un equipo un pelín descompensado, pero a la temporada siguiente vinieron dos o tres jugadores, entre ellos Darío Franco, y él fue el pilar de que el equipo se engranara. Gente por nombre y por categoría futbolística teníamos de sobra, porque estaba Miguel Pardeza, Higuera, Guasto Poyet, Salillas y Manolo Peña para arriba. Atrás estaban Aguado, Belsué, Pablo Alfaro, Narcís Juliá o Alfonso Fraile, pero faltaba ese jugador que ordenara todo.

-Aquel equipo fue el germen del que luego ganaría la Recopa.

-La mayoría de los jugadores que ganaron en París estaban en el Zaragoza cuando yo llegué. Después de la promoción se hicieron buenas temporadas y se consiguieron varios títulos. Fueron años buenos para el Zaragoza y para mí profesionalmente. De no haberme lesionado quizás yo hubiera estado también en París. Lo viví en la distancia y me dio una envidia terrible.

-Y para el recuerdo queda que jugaban un buen fútbol.

-Había un buen equipo y se jugaba bien. La afición estaba enganchada con el equipo. De mi primer año en el Zaragoza tengo la anécdota de que con Ildo Maneiro llegó Solivella como preparador físico y yo estaba habituado a entrenarme más. Y un día estando en la Ciudad Deportiva, creo que era septiembre, le dije a Maneiro que necesitaba entrenarme más, con mayor intensidad, porque no me encontraba bien. Entonces él me dijo que no me preocupara porque venían los partidos de Copa y como íbamos a jugar miércoles y domingo ya cogería el nivel. Pero luego nos eliminaron en la primera ronda de Copa y fui con una carencia física bastante tiempo. En el segundo año, ya con Víctor, cambió el ritmo de entrenamientos y el equipo respondió mucho mejor.

-Usted forma parte de una serie de jugadores que vinieron del Madrid. ¿Por qué tenía tanto atractivo el Real Zaragoza?

-El Zaragoza, quitando el Real Madrid y el Barcelona, siempre ha estado considerado como uno de los mejores equipos de España. Estaba al nivel del Valencia, porque el Sevilla no llegaba a la altura del Zaragoza. Era un club serio en todos los sentidos.

-Además usted vino del Madrid teniendo aún contrato en vigor.

-Pero llevaba un año sin jugar y estaba rozando los 30 años. Me quedaba una temporada de contrato, pero si me quedaba otro año más sin jugar, como les ha sucedido a muchos jugadores, la gente se olvida de ellos. Ahora no es igual porque las fichas son más altas. Y lo que quería era jugar y ganar dinero, como es lógico. Entonces llegué a un acuerdo con el Madrid, que se portó muy bien porque me respetó el contrato, y decidí venirme al Zaragoza. Estoy orgulloso de haber tomado aquella decisión y de jugar allí.

-Pero en su primera temporada en el Madrid juega mucho y a la siguiente casi nada.

-Fue todo motivado por un cambio de sistema. Toshack llega al Madrid y se ficha a Ruggeri y a Fernando Hierro y, como Sanchís también era central, decide jugar con tres centrales y dos carrileros, Chendo por un lado y Gordillo por otro. Y Esteban y compañía, en el banquillo o a la grada. Yo jugué mucho la primera temporada con Beenhakker, que utilizaba un 4-4-2 y ganamos Liga, Copa y Supercopa, pero Toshack decidió jugar de otro modo.

-En Zaragoza con Víctor recupera quizás el estilo que había tenido con Beenhakker en Madrid.

-Sí, porque era un estilo muy parecido. Con ambos jugué de lateral. En el Sporting me ponían de interior, de centrocampista. Era el perro de presa por decirlo de alguna forma. Si íbamos a jugar contra el Valencia me tocaba marcar a Fernando o a Roberto, con el Barcelona a Schuster, con el Real Madrid a Stielike y con el Zaragoza a Señor, porque era un poco el que tenía que encagarme de marcar al centrocampista que mejor la movía.

-¿No le da un poco de pena ver al Zaragoza en Segunda?

-Lo sigo y me da mucha pena, porque es una ciudad y un club que lo tienen todo para estar si no entre los cuatro primeros, sí entre los diez primeros equipos de Primera. Es un poco triste.

-Usted tiene fama de bromista, ¿pero hay algo de cierto en eso?

-Sí, me gustan muchos las bromas aunque aparentemente doy una imagen de persona seria.

-¿Y recuerda alguna de las que gastaba como jugador?

-Por ejemplo la de cambiar el azucar por sal y luego el café te sabía a rayos o dejar el salero mal enroscado y te caída toda la sal a la comida. También me acuerdo de que antes en los aeropuertos había en las mesas ceniceros de cristal grandes y más de una vez alguno llegó al hotel con uno en la maleta. Luego decía ‘ya me parecía que pesaba más de la cuenta’. En Gijón nos concentraban en Mareo y teníamos un gran cocinero que nos hacía muchas ensaladas y cocía los huevos por la noche para luego cortarlos y se los cambiábamos por otros sin cocer. Entonces llegaba el hombre y se le desparramaba todo.

-También le daba por cambiarles la ropa a la gente en el vestuario.

-Y alguno no se daba cuenta hasta que llegada a casa y otros no tenían otro remedio que irse con lo que les habíamos dejado. Recuerdo que le gastamos una broma un poco pesada a Moisés. Un día vino con unas Adidas nuevas espectaculares y creo que Paquete Higuera y yo cogimos unas puntas y un martillo y se las clavamos en el banco. Entonces, cuando iba todo cabreado, tiró de ellas y se quedó la suela en el banco y el resto en la mano. Al día siguiente le compramos una zapatillas nuevas y no pasó nada.

-¿Y la gente cómo lo tomaba?

-Se lo haces a gente que se lo toma bien, aunque se pueda cabrear en un principio porque hay otros que no les puedes gastar una broma por nada del mundo y pasas. Yo aguanto bien las bromas. Recuerdo que en el Sporting de Gijón tenía unos calzoncillos con cerditos y cuando iba hacia la ducha vi a Quini que lo estaba haciendo con ellos puestos.

-¿Y alguna de esa bromas le pudo costar alguna bofetada?

-No. Se han podido enfadar pero llegar a tanto no, nunca.