A su llegada Juliá fijó dos objetivos. El corto plazo y el largo. El primero lo resolvió de buena manera en el mercado de invierno con seis fichajes, tres salidas y una plantilla más potente y con más posibilidades de ascenso, la obsesión inevitable de la SAD. Sobre el largo ha empezado a trabajar ahora, una vez superado el estresante mes de enero. En su mente está reconstruir la dirección deportiva del Real Zaragoza, sus métodos, sus cimientos y sus expectativas de futuro.

Entre los principales retos de Juliá está la definición del papel de la cantera: qué quiere de ella, de qué modo pretende lograrlo y con quién. Creer en ella y demostrarlo con hechos. Como si fuera un mantra, falso y estigmatizado, demasiadas veces se ha invocado a Aragón y a la Ciudad Deportiva como un erial donde nada germina. En los últimos años la comunidad ha dado futbolistas extraordinarios: Ander, Cani, Zapater, Lafita, Ignacio Camacho, Vallejo, ahora Gil... Por detrás Subías y Millán son internacionales sub-17.

A pesar de la dejadez de la última década, han seguido brotando jugadores. Por recelo, por necesidades económicas, por falta de perspectiva e incluso de cariño, todos se han ido. Ahora mismo al club le persiguen las prisas por regresar a Primera, y eso todo lo soterra, pero el reto de Juliá debe ser que los jugadores de aquí quieran jugar aquí, no salir corriendo. Que las ventas sean oportunidades irrechazables. Que los casos de Morlanes, Otín, Darío Ramos o el mismo Vallejo no sean norma.