Era el día. Manolo Jiménez lo sabía. Gijón implicaba una frontera y qué mejor estímulo para sus futbolistas que su afición. El técnico ha demostrado varias veces que sabe llegar al jugador, que conoce cómo tocarle los resortes anímicos. Y en esta ocasión su plan pasó por un vídeo que encargó al Departamento de Comunicación para mostrarlo en la charla táctica del hotel, antes de partir a El Molinón. En ese momento, había poco que hablar ya de fútbol y en el reportaje se mostraban goles y celebraciones, imágenes de la afición sufriendo o vibrando, los cánticos y el ánimo de los que siempre están, de una parroquia fiel y entregada que tampoco iba a faltar en Gijón.

Desde un seguidor que rompía a llorar de forma espontánea tras el empate ante Osasuna, hasta la explosión de alegría con los goles de Abraham al Villarreal o de Apoño al Atlético. Y bufandas. Y cánticos. Y ánimos... Ésa fue la imagen que los jugadores tuvieron antes de coger el bus. Y allí, en El Molinón, estaban otros 350 valientes, del Movimiento Avispa, del Ligallo, de la peña de Las Fuentes, de Magallón, de La Almozara... Todos zaragocistas, todos al unísono con un claro "sí se puede", que se escuchó bien alto en el estadio, por mucho que hubiera 29.000 sportinguistas. También se oyó la agapitada y la repulsa a Agapito, porque el zaragocismo sigue teniendo presente y diáfana la línea que separa al equipo del soriano.

Postiga les dedicó el gol, ya que los aficionados estaban al lado de esa portería, y todos los jugadores acudieron al final para dar las gracias a esos valientes que tanto se dejaron oír. Algunos de ellos fueron a despedir el autobús, donde Jiménez ya guardaba en su maleta el nuevo mensaje que sus chicos vieron antes del partido, como sucedió contra el Villarreal: "Nuestro miedo será la mayor motivación del adversario. Ante la adversidad siempre hay que tener espíritu de lucha. La fe mueve montañas, solo hay que intentarlo. Juntos podemos", rezaba. Juntos, equipo y afición en un solo corazón, este Zaragoza camina hacia la salvación.