Se toma Fernando Hierro su paso por el Oviedo como su universidad en el puesto de primer entrenador. De momento, ese debut lo está aprobando, no con nota, pero sí está superando un salto difícil con un equipo que no está aún al nivel futbolístico que desea el malagueño, ni tampoco el que quería en su ideario, pero que está obteniendo resultados para circular en zona de promoción.

De Hierro en estos cinco primeros meses en el club carbayón se destaca su cercanía, tanto con los jugadores como con los dirigentes. Nada de ser un entrenador distante y que apenas se relaciona con sus futbolistas, ni tampoco el preparador con mano dura y carácter que se podía prever tras lo sucedido en el curso pasado con Sergio Egea y con David Generelo. Hierro opta por la vía del diálogo con todos los estamentos el club, sobre todo en el vestuario, y también se deja ver bastante por la ciudad, si bien ha reducido al máximo sus apariciones en prensa, solo las estrictamente necesarias por el aluvión de peticiones que tiene.

El interés mediático de Hierro está justificado. Basta echar un vistazo a su currículum. Formado en el Valladolid, pasó catorce temporadas como central en el Madrid (1989-2003), con el que disputó 601 partidos (127 goles, muchos siendo un central), para ser capitán y lograr, entre otros títulos, tres Champions, cinco Ligas y dos Intercontinentales. Además, fue internacional absoluto en 89 partidos, capitán de la selección y con cuatro Mundiales y dos Eurocopas en sus botas. El Al Rayyan de Catar y el Bolton Wanderers inglés fueron sus dos últimos clubs como jugador tras abandonar junto con Del Bosque el Real Madrid en el 2003 en una de las decisiones más polémicas de Florentino Pérez en el club blanco. Después coincidirían de nuevo ambos en la selección.

«Ahora ya soy quien tiene que decidir. Cuando uno se pone a tomar decisiones es blanco o negro, sí o no», señalaba en una entrevista en Marca en octubre, una de las pocas que ha concedido. Hierro, tras su retirada del fútbol profesional, fue director deportivo en la federación entre el 2007 y el 2011, periodo en el que España ganó una Eurocopa y el único Mundial de su historia, y después mánager general en el Málaga durante una temporada (11-12), una de las más brillantes en la historia del equipo andaluz. Lo fichó a golpe de talonario el jeque Abdullah Al-Thani y el exfutbolista solo aguantó un año la arbitrariedad por parte del dueño. «No me sentía cómodo en la toma de decisiones en el día a día», señaló en su despedida.

Su mayor acercamiento al banquillo fue como segundo de Carlo Ancelotti en el Real Madrid en la 14-15, solo una temporada, pero a Hierro ya le picaba desde hace tiempo el gusanillo de tomar las riendas de un equipo, de bajar a la arena como primer entrenador. Desde el 2015 tuvo ofertas para irse al extranjero, alguna propuesta en Primera, pero esperó y solo dio el sí a la que le planteó el Grupo Carso de Carlos Slim para dirigir en el Oviedo.

¿Cómo juega el equipo asturiano? Hierro empezó el curso con un intento de propuesta futbolística más atractiva, pero al Oviedo le costó arrancar y desde Cádiz (0-2), cuando cambió de esquema para pasar a un 4-1-4-1, el guión es más defensivo y, salvo por los nueve goles en las dos últimas salidas (cuatro en Huesca y cinco en Alcorcón), le está funcionando. Su Oviedo no juega bien, pero va sacando resultados. Además, en el día a día se apoya y delega mucho en su cuerpo técnico, en Julián Calero, su segundo, que ya trabajó a las órdenes del ahora seleccionador Julen Lopetegui en el Oporto, y en Roberto Ovejero, su preparador físico.

Sus referentes

Busca primero hacer un bloque y su Oviedo ha jugado bien al fútbol a cuentagotas, porque la Segunda le obligó a abandonar consideraciones estéticas. El Oviedo, con 16 goles, es el quinto que menos encaja y nueve tantos llegaron en esos dos últimos desplazamientos. «El fútbol yo lo entiendo cuando tengo el balón y cuando no lo tengo», señala, para citar a Capello, Camacho, Del Bosque, Clemente o Antic entre sus influencias. Todos ellos lo dirigieron, o en el Madrid o en la selección. Hierro ha hecho el camino inverso, empezando su carrera tras colgar las botas por los despachos y volviendo después al césped. «Haber sido un buen jugador no me garantiza ser un buen entrenador», dice. Eso es lo que mide ahora en Oviedo.