Qué poco dura la alegría en la casa del pobre. Lo que tenía que ser un gran día de fiesta con Gary Neal como protagonista con quién sabe si su última puesta en escena sobre el parquet del Príncipe Felipe se quedó como un homenaje a medias. El escolta de Baltimore fue baja por unas molestias en los isquiotibiales. Neal forzó hace una semana para jugar en Málaga y en los últimos siete días solo ha podido completar medio entrenamiento, por lo que finalmente no jugó para no arriesgarse a una lesión mayor. Es probable que tampoco dispute el último partido, el jueves en Barcelona. Así que volvió a quedar la sensación de que el Tecnyconta no ha sacado todo el partido posible a su estrella.

El homenaje fue sincero y sentido, circunscrito a los prolegómenos del partido. Al llegar al pabellón el aficionado comprobó que Neal no estaba haciendo la rueda de calentamiento. Casi al final, apareció por el túnel de vestuarios para firmar autógrafos. Vestido de largo, Neal fue el último en ser mencionado en una presentación en la que el equipo júnior de Carlos Iglesias hizo el pasillo a los mayores antes de recibir su propio y merecido homenaje. Cuando el 13 fue nombrado por megafonía, todo el público se puso en pie, atronó la ovación y se empezó a escuchar el clásico «¡MVP, MVP!», convertido casi en el segundo apellido de Gary Neal. Acto seguido el jugador recibió precisamente su último galardón de jugador más valioso, el correspondiente al mes de abril. Neal lo cogió en el centro de la pista y lo alzó al cielo ante una grada rendida a sus pies.

Entonces, en el camino desde el centro de la pista a su sitio al final del banquillo, los aficionados le dieron el mensaje más importante: «Gary, quédate», le cantaron en repetidas ocasiones. El estadounidense devolvió el cariño con aplausos a la grada antes de sentarse junto a los otros dos descartados, Álex Suárez y Nikola Dragovic. Para Neal no hay partidos menos importantes. Se le vio celebrar los puntos de sus compañeros, ponerse en pie y hasta dirigirse al banquillo para dar sus consejos o sus ánimos a sus compañeros. Al término del encuentro salió al centro de la pista con el resto del equipo, volvió a escuchar «¡MVP, MVP!» con unas gradas ya semivacías y, a la salida del pabellón, aún le aguardaban varias decenas de aficionados en busca de la última foto, el último autógrafo. Al menos por esta temporada...

Aunque de manera un tanto extraña por su inesperada ausencia final, el fenómeno Gary Neal acabó copando la atención del último partido en casa. Pesó más el agradecimiento a la estrella que todo lo demás que ha sucedido este curso. No hubo ningún reproche, ni por la última derrota, ni por sumar solo diez victorias, ni por otra campaña errática llena de malas decisiones y peor imagen en muchos aspectos. Al fin y al cabo la gente va al baloncesto para divertirse, para disfrutar, y es lo que ha conseguido en esta temporada con el jugador de Baltimore. Ayer el público se quedó con las ganas de verle jugar una vez más y tuvo que conformarse con agradecerle los servicios prestados vestido de largo. Hacía mucho tiempo que el Príncipe Felipe no se ponía en pie, rendido a un jugador. Y que no expresaba un deseo tan alto y claro: «Gary, quédate».