El paso de los días tras la derrota en Murcia con el UCAM no ha variado ni el análisis ni la preocupación del club con respecto a Raúl Agné. Es más, quizá ha aumentado la sensación de que el encuentro contra el Lugo del domingo (20.00 horas) marca una frontera para el técnico de Mequinenza, ya que en caso de derrota parece más que probable que su etapa quedaría finiquitada, dejando en 12 su cifra de partidos en el banquillo. Ahora suma 11 y 14 puntos conquistados, por los 13 en los mismos encuentros que firmó Luis Milla antes de recibir la carta de despido del club. En la SAD es tremenda la preocupación por la caída libre que vive el Zaragoza y el peligro de que, si no hay reacción, acabe por sumir al equipo en la lucha por no bajar a Segunda B. Por no hablar de las terribles y funestas consecuencias que tendría para la entidad consumar ese descenso a la categoría de bronce, un billete seguro a la liquidación.

La sensación, no solo de la entidad sino también del zaragocismo, es que el equipo ha caído en su fútbol y en el espíritu competitivo que pareció recuperar algo con la llegada de Agné. Y no es algo de los tres últimos partidos, sellados con derrotas ante Girona, Tenerife y UCAM (especialmente frustrantes estas dos últimas), sino que la cuesta abajo ya viene de antes, pero los triunfos antes del parón, con algo de fortuna, ante el Oviedo y el Rayo, taparon o disfrazaron esa sensación.

Y hay otra variable a tener en cuenta el domingo, la respuesta de la afición, el enfado que pueda mostrar durante y después del partido. En este sentido, desde el club se observa con cierta preocupación (aunque por supuesto con el respeto a la opinión de la grada) la manifestación convocada una hora antes del encuentro por varios grupos de animación justo a la entrada del palco.

El club va a agotar el mercado invernal en busca de un delantero y un lateral y trata de dar salida a Irureta, a Álex Barrera, a Erik Morán y a Popa, aunque es consciente de que en los tres primeros casos lo más probable es que permanezcan en la plantilla, mientras que al central rumano se le buscará una cesión. El dinero, no demasiado, que ha servido para traer a Valentín, a Edu Bedia y al meta Saja y el ahorro tras la salida de Juan Muñoz se van a utilizar para terminar de cambiar la cara de una plantilla donde lo previsible es que haya hasta un total de cinco incorporaciones antes del próximo martes 31.

LA LIMITACIÓN ECONóMICA

No entra en los planes que ese dinero se destine a un cambio de entrenador, a una apuesta que llegue desde fuera, por lo que si hay relevo, este domingo, o en las próximas semanas, si solo llega una reacción puntual de un partido y el equipo no se acaba de levantar de forma continuada, el sustituto estará, casi con total probabilidad, en casa, con César Láinez como el encargado de tomar las riendas de la nave.

La Liga permite pasar el límite salarial solo con el primer cambio de entrenador, el que hizo ya el Zaragoza tras el relevo de Milla. Para él contó con unos 140.000 euros, el límite que establecía la LFP y que correspondía al 80% del salario que le quedaba por cobrar al turolense. Ahora, el aumento salarial que se ha logrado se está destinando a intentar reforzar el equipo y no es la idea hacerlo en un nuevo técnico, también porque se tiene claro que el problema no es solo de banquillo sino en la confección misma de la plantilla, con claros déficits.

Eso señala a Narcís Juliá, que apostó de forma personal por Agné como antes lo hizo por Carreras y por Milla. Esas últimas apuestas para hacerse cargo del equipo no han funcionado y en ellas hubo más margen económico para elegir. Así que, con menos cintura si cabe, la mirada a lo que hay en casa es más obligada.

Y no solo las sensaciones señalan a Agné, también los números. El técnico de Mequinenza solo ha amarrado el 42,4% de los puntos, 14 de 33. El dato solo lo empeora Milla (39,3% de los puntos) y lo mejoran Paco Herrera (43,3%), aunque este solo estuvo con Agapito Iglesias en el club, Víctor Muñoz (43,5%), Popovic (49,29%) y Lluís Carreras (51,38%). Y todos acabaron con la carta de despido, salvo Carreras, que se fue antes de que se le echara tras el desastre en Palamós.