Por si faltaba alguno de los males que azotaban al Real Zaragoza el curso pasado y que Marcelino aún no ha sido capaz de corregir o porque, al fin y al cabo, el enfermo repite síntomas demasiado globales entre una campaña y otra, el conjunto aragonés ha demostrado en las dos últimas jornadas que sigue manteniendo intacta su capacidad para mandar al limbo muchas de las ventajas que adquiere en el marcador. Ante la Real Sociedad y la UD Las Palmas fue capaz de adelantarse --con dos goles de renta ante los donostiarras y por dos veces contra los canarios--, de hacer lo más difícil en el fútbol, para tirar por la borda ese trabajo gracias a una debilidad defensiva y a una moral quebradiza que siguen haciendo estragos.

Y el problema no es nuevo, ya que el equipo aragonés lo vivió hasta en once partidos de la temporada pasada. El Zaragoza, de un tiempo a esta parte, es el vivo ejemplo de la inconsistencia como bloque. Ese defecto, y otros --horrible defensa o falta de carácter--, le mandaron a Segunda y ese mismo defecto, y los otros, no los ha sabido erradicar todavía Marcelino para que el camino hacia el retorno a la élite haya comenzado lleno de curvas y baches y el equipo ya esté a cinco puntos del ascenso tras disputarse tres jornadas.

HISTORIAS SIMILARES

Cuatro más podría tener si hubiera aprovechado la ventaja psicológica de ponerse por delante en el electrónico. Ante la Real Sociedad, dos flechazos de Ewerthon pusieron en bandeja de plata la victoria, pero el rival fue mejor tras el descanso y remontó, una historia muy similar a la que se vivió la temporada pasada con la visita del Valencia a La Romareda, donde también el equipo, entonces dirigido por Víctor Fernández, mandó al limbo un 2-0.

El empate del pasado sábado ante Las Palmas ha introducido un elemento novedoso en la fragilidad zaragocista. El año anterior nunca fue capaz de adelantarse una segunda vez tras ver anulada su primera ventaja, pero al final el resultado fue el mismo con la victoria escapándose de las manos después de que primero Caffa y después Ewerthon, cuando quedaban poco más de diez minutos para el final, pusieran en franquía al conjunto de Marcelino.

Ese bagaje de cuatro puntos que ya ha dejado escapar el Zaragoza se queda muy corto aún con los nada menos que 26 que se le fueron por el sumidero en el curso del descenso. Con ellos, simplemente sabiendo aprovechar en forma de triunfos las ventajas de que dispuso en el marcador, hubiera cambiado el billete con destino al Infierno por uno que llevaba a la Liga de Campeones, pero la inconsistencia se paga muy cara, a precio de oro, en el fútbol y el Zaragoza la ha tenido a toneladas en los últimos tiempos.

Y es que el curso pasado el equipo aragonés dilapidó ventajas de todos los colores durante toda la Liga. Fuera de casa, por ejemplo, se adelantó ante el Betis, el Recreativo o el Valladolid con goles en la primera parte, pero se dejó remontar y se marchó de vacío. En Riazor frente al Depor, al menos, pudo retener un punto, mientras que en Santander, contra el Racing que entonces dirigía Marcelino, se encontró con un gol de Celades, que significaba el 1-2, cuando solo quedaban siete minutos para el final, pero ni ese tiempo fue capaz de aguantar para firmar un triunfo que habría sido vital.

EN LA ROMAREDA Y FUERA

Este grave problema también lo vivió en La Romareda. El Almería le privó de la victoria sobre la bocina (m.89), frente al Espanyol marcó nada más empezar y sufrió para empatar, lo mismo que ante un Real Madrid que no se jugaba nada y que vino de vacaciones al estadio zaragocista en la penúltima jornada. Una temporada después, una categoría diferente e inferior, muchos cambios en la plantilla --un entrenador nueve, diez salidas y ocho fichajes-- y la historia se repite. Y de qué manera...