Desde el tres de octubre pasado, cuando se destrozó la rodilla derecha frente al Alavés, no jugaba Jaime Romero. Carreras dilató su regresó a la lista, pero no su vuelta al césped. En la primera vez que lo tenía en el banquillo, el técnico catalán le dio minutos, para ser el primer cambio del equipo cuando entró en lugar de Pedro en el 69. Contra un Huesca con diez, cansado por el esfuerzo que ya había hecho en la segunda parte para buscar el empate, Jaime encontró un escenario ideal, con espacios, para sus condiciones, para su fútbol eléctrico y fue, sin duda, el mejor argumento del Zaragoza en ese tramo final. No es exagerado decir que casi el único, lo cual habla muy mal de sus compañeros.

Morillas sufrió la frescura de Jaime desde que lo vio aparecer junto a él. Su primera intervención fue una pared con Dorca que dejó una autopista al centrocampista para que asistiera a Dongou, que remató flojo. Quería balón y protagonismo el extremo manchego y remató alto un pase de Lanzarote y, sobre todo, llevó una buena jugada personal en el borde del área tras irse de Morillas, pero el lateral del Huesca se recompuso lo suficiente para tapar el disparo, que acabó en córner.

Los últimos minutos aumentaron aún más si cabe su protagonismo. En el 88 encaró de nuevo a Morillas y su pase al corazón del área se lo encontró Ángel, que optó por un taconazo que no llegó a ningún lado. Un tiro al lateral de la red en el descuento del encuentro puso final también a la frenética actuación de Jaime, que salió con todas las ganas del mundo para demostrar que, cuando expresaba casi a voz en grito en cada entrevista o comparecencia su ilusión por volver a jugar en esta temporada, ese deseo tenía un sustento real.

En Jaime habita un futbolista desequilibrante, con ramalazos de genio, lo que a veces también le supone algún problema y que puede decidir partidos si las lesiones le respetan, ahora aún más tras tantos meses parado. Lástima que solo le queden dos jornadas, pero de cara al playoff el Zaragoza recupera una carta muy peligrosa en ataque. Si los juega, claro.