Miguel Induráin habla con Chris Froome detrás del podio de la Vuelta. El cinco veces campeón del Tour de Francia, una más que el británico, de momento, charla en castellano con el líder de la ronda española. Le felicita por la victoria en la contrarreloj de Logroño que le hace ser todavía más líder de la carrera. Un golpe sobre la mesa. Hasta tres veces le da las gracias Froome a Induráin. «Gracias, gracias, gracias, Miguel». Y se despiden, de campeón a campeón, de dominador de los 90 al ciclista que marca una época en la segunda década del siglo XXI.

Porque ayer, en Logroño, Froome ejerció de Induráin para brillar de nuevo, para actuar concentrado, sin ponerse nervioso, casi pausadamente. ¿Los rivales van marcando mejores tiempos en la primera fase de la etapa? Qué más da. Por los territorios de la Navarra de Induráin, hasta la entrada en la Rioja, había repechos y sabía Froome que si sus rivales, llámense Wilco Kelderman, Vincenzo Nibali, Ilnur Zakarin y, por supuesto, Alberto Contador, se esforzaban al máximo, luego, ley de vida, pagarían el derroche cuando la carretera fuera más llana, cuando él pudo colocar el plato de 58 dientes, una brutalidad, que le permitió circular sin problema por encima de los 50 kilómetros por hora que le permitieron ganar la contrarreloj.