"En la Alpujarra dicen búénós diás y no hay viajeros ingleses que quieran hacer viajes líricos. Por eso, se conservará bien". La Alpujarra es sinónimo de calor, de chumbos que crecen junto a la carretera, de cuevas escondidas, de pueblos blancos, de Granada y de Federico García Lorca, el autor de la frase, quien ni por asombro pudo imaginar en 1926 que un día medio planeta deportivo estaría pendiente de un inglés nacido en Kenia, ganador de dos Tours, que flaqueó por las montañas que encandilaron al poeta, pero que supo minimizar la crisis (cumbre de Capileira, séptima etapa de la Vuelta), porque él si se ha apuntado a la ronda es para ganarla.

Para ello solo hay que verlo. Con discreción, con el ejército de Jaguars, los coches de lujo que se han convertido en auxiliares del Sky, en cualquier hotel, esta semana por Andalucía y la próxima por Valencia, Andorra, Aragón y La Rioja. "Si Froome está en la Vuelta es porque sabe que la puede ganar", dicen sus cercanos.

El británico ha llegado a la Vuelta falto de rodaje. Ayer se retorció para perder poco tiempo. Si van por los hoteles verán que junto al autocar y el camión mecánico del Sky hay un motorhome. Son los únicos que llevan este vehículo que estrenaron en el Tour. Es el camión cocina-comedor. Ellos compran la comida en los supermercados de las ciudades por las que pasan. Rechazan los alimentos de los hoteles. Allí se sienta Froome con sus ocho compañeros. Esperando que vuelva el duende.