Jesús Olmos tiene una mirada afilada como un águila. Y es valiente corriendo. «Respeto a mis rivales, pero no les tengo miedo», explica. Lleva solo tres años disputando pruebas de fondo, pero ya ha hecho unos progresos espectaculares. Era el mejor de los populares como demostró con su triunfo en la última Carrera del Roscón. Sus rivales le llaman el frutero. No le tenían excesiva consideración hasta el domingo pasado. Pero dejó a todos boquiabiertos el en el Tío Jorge tras ganar en el Cross Zaragoza Atletismo a los líderes de la Copa Aragón.

En un circuito embarrado y resbaladizo en el parque zaragozano dejó a los hermanos Puyuelo, Alberto Sábado y Juan Carlos Dutrey de una pieza. Olmos se despegó de ellos como una moto a 300 metros de meta y se impuso en su primera gran carrera de atletismo en Aragón. «A falta de medio kilómetro me estaban soltando, pero íbamos todos al límite. Pero a falta de 300 llegó la subida, tengo una buena arrancada y me la jugué. Sabía que tenía que entrar primero en la curva y después llegaba la bajada. No sé si fui el más listo, pero les robé la cartera. A Sábado le dejé la Copa en bandeja porque Puyuelo no puede ir a Calatayud. Las fuerzas no sé de dónde las saqué. Les dejé sorprendidos y se cagaron en mí», afirma con ironía Olmos. Era la primera vez que se ponía unas zapatillas de clavos. «El resultado fue bueno, pero después he llevado dos días con unos dolores de piernas, gemelos y sóleo exagerados», explica el atleta del Zancadas Amix.

El ciclismo

El caso de Olmos es similar al de José Antonio Casajús, el exciclista profesional. «No llegué a ser profesional del ciclismo, pero fui campeón de Aragón. Fui amateur, hice todo lo que me gustó toda la vida 14 años, pero por tema laboral era inviable seguir con la bicicleta. Había que entrenar cinco horas diarias y era incompatible con el trabajo». Hasta que Sheila, su esposa, le regaló unas zapatillas de atletismo cuando cumplió los 29 años. Ahora tiene 31. «Nunca había hecho atletismo. Tengo una progresión que ni me la creo. Esto va muy rápido para mí. La primera carrera fue la de los bomberos», explica.

No sabe lo que habría pasado si hubiera practicado atletismo de niño. «Lo que si sé es que no viviría del deporte. Vivo de vender fruta». Lleva desde este verano preparándose con el grupo de José Luis Mareca. «Abadía y Mayo son un diez como personas y un doce como atletas. Con ellos da gusto entrenar. Los martes y jueves hago series con ellos, pero me sacan los hígados desde el kilómetro uno. Pero me encanta que me los saquen», dice el atleta natural de Montañana.

Sus próximos objetivos son el Campeonato de Aragón de cross en Calatayud, clasificarse para el Nacional de Mérida y sobre todo, intentar bajar en Laredo de 30.30 en los 10K. «Aunque si me dan a elegir, prefiero ser campeón de Aragón y más en mi tierra», dice.

El valor de sus éxitos deportivos se multiplica por su duro trabajo. «Me levanto todos los días a las tres de la mañana y tengo diez días de vacaciones al año. Todos los días trabajo 12 horas y en Navidades hasta las 18 y desgasta para los entrenamientos. Tengo dos fruterías en Compromiso de Caspe y Plaza Roma. Tengo tres empleadas. Esto es duro, pero es la vida del autónomo. No es para tirar cohetes, pero nos vamos defendiendo y lo importante es que vayan saliendo las cuentas».

En sus fruterías los clientes ya le conocen por sus gestas. «Tengo muchos clientes que hacen running y me siguen. El lunes me vinieron seis clientes y me dieron la enhorabuena por la victoria del Tío Jorge», indica. Ahora se entrena seis días a la semana. «Hago como mucho 100 kilómetros semanales, pero no puedo llegar a los 200 de Abadía. Mi vida y mi cuerpo no lo permiten a día de hoy», reconoce.