Por momentos se asustó mucho. Miraba al palco y les decía que no sentía sus dedos. «Es un momento de tensión y piensas lo peor», decía dos horas después de su victoria en una multitudinaria rueda de prensa, con la Copa de los Mosqueteros a su lado. Pero en la pista su temor era máximo. Ángel Ruiz Cotorro, su médico, le intentaba tranquilizar. «El vendaje te está comprimiendo. Pide que te lo quiten. No es nada. Solo son calambres», le insistía desde la grada. A su lado, Sebastián, su padre, no ocultaba la preocupación. «No es posible que pase esto ahora... que le pase en Wimbledon, en Australia, pero aquí y ahora no», explicó que pensó tras el susto.

Nadal estaba asustado pero en ningún momento se le pasó la retirada. «Habría jugado hasta con el brazo derecho. Tenía dos sets de margen», comentó. El día era demasiado importante y estaba a un paso de conseguir otro triunfo legendario. «Ganar 11 veces aquí es mucho, mucho, algo único, no me gusta decirlo pero es así», admitía feliz el número 1 mundial que seguirá siéndolo una semana más este lunes. Roger Federer, que reaparece en la hierba de Stuttgart, le superará si pasa un par de rondas ya que solo les separan 100 puntos (8.770 contra 8.670). Poco le importaba en ese momento la clasificación.

«Lo importantes es haber ganado Roland Garros, no el número 1. Este es el torneo más importante de la temporada para mí. Te aseguras tranquilidad para el resto del año, jugar el Masters y saber que ya poco cambiará, si acaso irá a mejor», explicaba. Y también negaba que tuviera en la cabeza alcanzar a los 20 Grand Slams que tiene el suizo. «No pienso en eso. Sé que puedo ganar alguno más y si tengo físico para conseguirlo seguiré luchando para ganar títulos así. 17 ya me parece un número impresionante», señaló.

¿Y cúal es el límite?, le preguntaron. «El límite no se conoce nunca. Siempre hay algo que mejorar. Lo único en lo que pienso es entrenar con la ilusión de hacerlo mejor. La ilusión que tienes por ganar un torneo, un Roland Garros como éste. No pienso si es el primero, el cuarto o el octavo. Cada uno es especial», aseguraba.

Carlos Moyá tampoco le veía límite a su amigo. «Cada vez es más difícil. Los años pesan y hay que superar muchas dificultades. Nunca sabes qué puede pasar, como hoy cuando tenía los calambres. Hemos pasado momentos de tensión porque le veíamos sufrir», dijo. «Ahora hemos ganado Roland Garros, pero después de unos días Rafa irá a ganar donde juegue porque su esencia es ser competitivo».