La victoria en el Masters de Augusta le ha dado a Sergio García su primer grande, una preciada chaqueta verde que ahora luce con soltura casi a diario en los muchos homenajes que le hacen, y también nuevos objetivos que afrontar con más confianza y menos presión. «Augusta me ha abierto mucho los ojos», admitió ayer el golfista, que reconoció que espera que sea «un punto de inflexión importante». García habló en su casa, el club de Campo Mediterráneo en Borriol, donde empezó a jugar, y rodeado de los suyos, los socios y empleados de la instalación pero también algunos de sus amigos, familiares y su prometida Angela Atkins.

Han pasado dos semanas desde que se coronó en Georgia y García quiere volver a sentir esa sensación. Aunque afirmó que no necesitaba «ganar un major para seguir siendo feliz», también dijo que le ha cogido el gusto a festejar «cosas bonitas». «¡Felicidades Sergio!», rezaba la pancarta con la que le recibieron. También hubo confeti y un pastel. «Cuántas más veces lo consiga, mejor», apostilló el golfista, que reaparecerá el próximo 11 de mayo en The Players de Florida y que, aunque en junio disputará el Open de Estados Unidos, tiene puesta la mirilla en el British de julio.

«Todo el mundo sabe lo que el British significa para mí y me encantaría lograrlo antes de colgar las botas», deslizó García, que se mostró consciente de que la chaqueta verde no gana torneos sola, pero reconoció que tenerla colgada en el armario le ha quitado «algo de presión». Lo que no hubo fueron fantasmas, ni siquiera cuando se le escapó la primera oportunidad para ganar el torneo y muchos se acordaron de cuando hace una década perdió en el desempate en Carnoustie ante Padraig Harrington. «No se me pasó por la cabeza», señaló. Esa cuenta pendiente quedará para el British.