Tenía ganas Luis Enrique de que llegara en Alemania un saque de esquina por la banda derecha. Más aún, Juan Carlos Unzué, su ayudante. Estaba a punto de entrar el partido en el cuarto de hora final (1-1) cuando se dio la jugada que tanto esperaban. Hasta entonces, el Barça había lanzado tres córners, todos por la banda izquierda, todos servidos por Neymar, pero ni un solo rasguño había hecho a la tupida defensa de los potros del Borussia. Llegó el cuarto y penúltimo. El que dio, finalmente, la valiosa victoria al Barcelona. Pero en dos meses, suma ya cinco goles en 10 partidos, los mismos que firmó la pasada temporada en 62 encuentros.

Donde no llega la eficacia, ya más que probada del tridente (con y sin Messi), aparece al rescate la libreta de Unzué, técnico extremadamente perfeccionista en la creación de las acciones a balón parado. No es nada casual que el Barcelona haya firmado cinco goles de córner. Y en todas sus versiones. Tanto en corto (tres nacieron en jugadas elaboradas desde la esquina buscando pasillos interiores) como en largo (dos llegaron de una manera más simple, que no más fácil).

El Barça andaba atascado en la primera parte, padeciendo el experimento fallido del doble nueve (Suárez y Alcácer no conectaron), hasta que Luis Enrique miró al banquillo. Se revolucionó el equipo, con el 4-3-3, incrustado Rafinha en la casa de Leo (la banda derecha), y tomó vida con la aparición de Arda Turan.

Pero el gol que le coloca como primero de grupo en la Champions, aprovechando el empate del City en Glasgow (3-3), llegó en ese córner que tanto esperaban Luis Enrique y Unzué.

«La estrategia de Juan Carlos ha funcionado a las mil maravillas. Con la ejecución de los jugadores, por supuesto», proclamó eufórico Luis Enrique. Con la misma euforia que empezó a pegar botes, abrazado a Unzué, el autor de la jugada en la pizarra. «Es una jugada de estrategia», confesó Piqué, el autor real del gol, que contó con la inestimable colaboración de Sommer, el portero suizo del Dortmund.

El Barça, eso sí, había hecho bien su trabajo previo. De ahí la necesidad de que el balón se perdiera por la línea de fondo. Pero siempre por la derecha. Ahí estaba la clave ya que Neymar, el origen de todos los córners, da igual en cualquier esquina, sabía cuál era su misión. Suárez; también. Busquets y Piqué, por supuesto. Era, en realidad, un bloqueo de baloncesto. Se olvidan los gigantes (Busi y el central) del balón para abrirle un espacio que no tenía antes el delantero uruguayo.

Pensado y trabajado estaba, pero faltaba la ejecución. Salió todo como había imaginado Unzué. Hasta mejor. Al Barça no le han marcado ni un tanto en un saque de esquina, teniendo como ha tenido rivales tan experimentados en ese oficio como el Atlético. H