Ángel y su hermano Nacho arrastran el recuerdo de una niñez en la que crecieron rodeados de fútbol y futbolistas en un hogar marcado por el sueño de querer ser como papá. Y lo consiguieron. Ambos hicieron de este deporte su profesión y establecieron el apellido Lafita como símbolo de una generación aragonesa de deportistas. "Mi tío jugaba y mi padre también. Por ahí nos llegó la afición", dice Ángel, quien apunta que solo pudo disfrutar "del final de la carrera deportiva" de Juan Ángel Lafita, su progenitor, que se retiró en 1985 en el Castellón. Sin embargo, Nacho ni siquiera lo vio como profesional. "Solo por videos", señala. Así es como fue entrando el fútbol en las venas de estos dos hermanos que apenas se llevan tres años y unos meses de diferencia y que han tenido en su padre a su mejor juez. "Es muy autocrítico con nosotros. Nunca te dice que lo has hecho bien, pocas veces. Siempre intenta corregirte en algo. Eso es muy bueno para que mantengas la humildad, porque en el fútbol no lo tienes todo hecho", explica Ángel.

Para llegar a ser lo que son, los hermanos Lafita han dejado atrás muchas cosas. Nacho, por ejemplo, disfrutaba jugando al tenis y lo practicó durante diez años, hasta que al final se decantó por el fútbol. "Es un fenómeno con la raqueta", le alaba Ángel. Tampoco disfrutaron de mucho tiempo libre -"no fuimos de videoconsolas ni nada de eso", matiza Nacho--, pero sí que dieron más de un disgusto a su madre como niños que eran. "Le habremos roto mil jarrones, porque andábamos siempre con el balón por casa", recuerda Ángel entre risas.

Riñas y piques de niños

Tampoco se libró de sus partidillos y de sus "piques sanos" el jardín trasero de su domicilio: "Lo teníamos destrozado. Pusieron a crecer pinos y creo que se quedaron a medias", comentan, al tiempo que aseguran que en alguno de esos 'encontronazos' llegó a haber puntos de por medio: "Yo era el mayor, pero no veas las leches que metía este, ¡como panes!", apunta Ángel.

Lejos de aquellas riñas de chiquillos que soñaban con ser, en su caso, como Luis Figo o Aimar, los hermanos Lafita se tienen un cariño mutuo. De hecho, Nacho es el padrino de Leo, el hijo de Ángel, y se le ve orgulloso de desempeñar ese papel. Dicen que siempre se han llevado genial, que el deporte les ha unido mucho y que su relación solo se distanció cuando Ángel se marchó a jugar al Deportivo de la Coruña. "Yo estaba en el Huesca y entrenaba todos los días. Y él también. Era complicado y solo lo vi una vez", dice Nacho. "Era la primera vez que salía de Zaragoza. Mentiría si dijera que no lo eché de menos", reconoce Ángel.