Los zurdos tiene un don. En algunos casos divino, en otros diferenciador. Son distintos, una estirpe, por lo general, seducida por el reclamo de la fantasía, atrapada en los brazos de la magia, en la necesidad genética de provocar admiración. El Real Zaragoza posee esta temporada una nómina amplia de futbolistas que tienen en su pierna izquierda la mejor herramienta de trabajo. No son jugadores superlativos, pero la influencia que han tenido en el despegue del conjunto aragonés en busca del ascenso directo ha sido absoluta. Si no han marcado los goles, los han provocado o han colaborado directamente en la fabricación. La feliz tormenta de resultados cabalga con ellos a las riendas.

En Ponferrada no estarán Hinestroza ni Lanzarote. Uno por lesión y el otro por acumulación de tarjetas. Lluis Carreras pierde a dos de las piezas más valiosas del tablero sobre el que se ha producido la reacción. Desde que llegó, Lanza no ha dejado de estar presente en la cocina del diablo: la vaselina para el 0-1 en El Sadar, la comba del 2-1 frente al Lugo, el toque sutil para abrir el marcador en Pucela... Su repertorio va mucho más allá, con especial intensidad cuando el balón está inerte sobre la esquina del córner o en el punto cardinal de una falta. De su pie vieron la luz la diana de Guitián en Elche y el doblete de Dorca para remontar al Mallorca.

En la memoria reciente aún late la maravillosa gestación del tanto de Javi Ros frente al Alcorcón que ratifica la tendencia zurda del Real Zaragoza: toque de Lanzarote para la cabeza de Rico, quien deja la pelota atrás para el disparo violento Dorca... El 2-1, una obra de alta ingeniería de Dongou, necesitó 11 segundos del reloj desde el saque con la mano de Manu Herrera hasta que el delantero explosionó la bomba. Entre ambos, Rico recorrió 25 metros para ofrecer una asistencia milimética al pecho del camerunés. Por la orilla izquierda, con el lateral a toda máquina en la conducción y congelando el pase pese a la difcultad que entrañaba.

Rico va a echar de menos a Hinestroza, autor del 0-2 en Córdoba. Entre ellos ha surgido una bonita amistad en los últimos tiempos. Ese balón robado por el canterano, cedido al extremo y devuelto al defensa en una internada con pase atrás para el gol de Lanzarote. Un contragolpe de manual en Valladolid, donde el 1-2, el triunfo, fue cosa de Pedro después de que el colombiano centrara para un remate poco ortodoxo pero suficiente de Lanzarote. O esa asociación entre Diego y Freddy, quien se la puso a Ángel para doblegar al Leganés...

Culio y Abraham también han asomado en esta revolución de izquierdas revoltosas. El argentino se anticipó con la puntera al defensa y le dejó el balón franco a Ángel en la igualada del triunfo final sobre el Lugo. El lateral centró a la cabeza de Sergio Gil y a la canilla de Pulido en la victoria agónica contra el Albacete. En un deporte en el que la casualidad es una teoría o excusa recurrente, la causa de este particular fenómeno está muy localizada en el Real Zaragoza. Su gloria, por el momento, es zurda.