En los últimos años, la situación de las libertades fundamentales en Rusia se ha deteriorado hasta el punto de que la directora de Human Rights Watch en Moscú, Tanya Lókshina, asegura a la agencia AP que el país vive la «peor crisis de derechos humanos desde la disgregación de la URSS». «La intensidad de esta crisis no tiene comparación posible en la historia contemporánea de Rusia», valora la activista.

Las manifestaciones callejeras y protestas en Rusia requieren de la autorización previa, y las sucesivas marchas convocadas por el bloguero opositor Alekséi Navalny para denunciar la corrupción han acabado siempre con centenares de detenidos.

Para frenar nuevas protestas durante el Mundial, se ha decretado que cualquier acto público deba contar con la luz verde de Servicio Federal de Seguridad (FSB, exKGB), una medida que ha sido vivamente criticada por las asociaciones defensa de los derechos humanos. «Es un nuevo e hipócrita ataque contra el derecho de asamblea», reacciona Aleksándr Artemíyev, portavoz de Amnistía Internacional en Rusia. La medida constituye «una violación» de las obligaciones de Rusia «bajo la ley internacional».

En Chechenia, además, han asesinado a los activistas que investigaban los excesos de Kadírov, el líder de esta república donde está Egipto.