Luciano del Cacho es casi tan grande como El Pazino, la montaña que vigila Sallent de Gállego. A sus 64 años, Chano que es como lo llaman todos en el valle de Tena, es un hombre fuerte, duro como la roca y, sobre todo, muy tranquilo. No se pone nervioso por casi nada. Hace pocas semanas el ayuntamiento de Sallent organizó una exposición sobre los cien años del esquí en el valle. Y sólo hubo dos pequeños recuerdos fotográficos del primer olímpico aragonés en unos Juegos de invierno. "No pasa nada. Estaba montada la exposición y no había más espacio. Una foto es de niño en la puerta de mi casa y otra en los Juegos de Grenoble junto a Paco Fernández Ochoa y Aurelio García", afirma el histórico oscense.

Pasaron muchos años desde que disputó el descenso de los Juegos de Grenoble. Ni en ese gran momento Chano se puso nervioso. "Salí muy tranquilo. Lo que quería era bajar. Había nevado mucho por la noche y no me salió todo lo bien que hubiera querido. En una curva me salí de la pista, había nieve profunda y perdí un tiempo de oro". Del Cacho acabó en el puesto 39 y el tercer español tras Aurelio García y Paco Fernández Ochoa. Pero siempre recordará la ceremonia de apertura. "Estaba De Gaulle, el presidente de la República Francesa. La inauguración me llenó el corazón", afirma.

Valentía

Su esquí era valiente y decidido y descendía a tumba abierta. Creó escuela en todo el valle de Tena y fue admirado por sus paisanos. "Hay mucha gente que sabe que fui olímpico. A mediados de los sesenta era bastante importante. Era un ídolo de los niños de la escuela".

Uno de sus admiradores es otro olímpico, Jorge Pérez Villanueva, que logró el decimocuarto puesto en el gigante de Lake Placid en el 80. "Chano era un esquiador muy directo y valiente. Ha bajado siempre con mucha garra y eso a nosotros nos transmitía un espíritu de que nada era peligroso en el esquí. Si Chano iba delante, nosotros tirábamos detrás de él como fuera. Pero no era un inconsciente", afirma Pérez Villanueva.

Chano sigue en forma. Vive en su casa natal, en la parte alta de Sallent. Se denomina casa Barbero. "Mi bisabuelo era peluquero y practicante", dice. Todas las mañanas del invierno Chano sube a la estación de Formigal y enseña el esquí a los principiantes con la Escuela Esquí de Formigal. Por la tarde la dedica a su segunda pasión, que es la ganadería. "Somos los mayores ganaderos del pueblo. Cuando era niño había en Sallent muchas ovejas, mulas y vacas. El pueblo ha cambiado muchísimo. Teníamos 400 habitantes y ahora muchas casas están vacías. Toda la gente vivía en Sallent de lo que había y ahora lo que prima es el turismo y la nieve. Pero yo sigo siendo vaquero. Ahora mis animales los tengo encerrados en una pardina en Puente la Reina y aquí tenemos unas cuantas con mi hijo".

Cuando dio sus primeros pasos en el esquí nacional, no se había creado todavía Formigal y hacer este deporte era realmente meritorio. "En esos años España estaba muy jodida. No podíamos comprar nada y el material nos lo daba la territorial o el Frente de Juventudes. Íbamos con jersey, guantes de lana y pantalones de pana tipo golf. No había nada, el esquí estaba muy olvidado", dice.

Conoció desde los cuatro años el esquí. Se deslizaba en pantalón corto por los campos nevados del pueblo. Para Chano, deslizarse con los esquís era lo más natural del mundo. "Subía y bajaba los prados y por eso se hacía mucho fondo en Sallent". Empezó a competir a los 12 años. "Fue en el Valle de Nuria, en un Campeonato de España infantil. Fui plata en el descenso y en el gigante". A partir de 1964 Del Cacho ya empezó a salir a Europa. "En el 66 ya disputé un Mundial en Portillo, en Santiago de Chile y cuatro años más tarde los de Val Gardena". En el año 72, Chano dijo adiós a la competición.