Eduardo Martínez de Pisón es muchas cosas a la vez. Es geógrafo, científico, aventurero, ecologista activo, intelectual, escritor y romántico. Pero sobre todo es un montañero. «Soy todo eso porque he sido montañero. La montaña se quedó conmigo desde mi primera excursión a Ordesa en 1954», indica. Este sabio nacido hace 81 años en Valladolid ha recorrido las montañas de todo el mundo. Se ha adentrado en las entrañas del Himalaya, el Karakorum, las Rocosas, la Antártida, Groenlandia, Perú, Alaska, los Alpes... Pero su gran amor es el valle de Ordesa.

El lunes pasado este catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid estuvo en Zaragoza. Martínez de Pisón abrió el ciclo de conferencias sobre el Centenario del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza. Era tanta la expectación que los organizadores tuvieron que cambiar de sala sobre la marcha.

Martínez de Pisón encandiló a los asistentes con la charla en la que habló del pasado, el presente y el futuro del parque altoaragonés. A punto de finalizar la charla Martínez de Pisón se preguntaba. «¿Si no hubiera sido declarado Parque Nacional, que habría sido de Ordesa? Tendría varias urbanizaciones, se hubiera levantado un gran hotel en Góriz, se habría construido un teleférico hasta el Monte Perdido o varios embalses en el Ara o Añisclo. Aunque ahora hay una pista motorizada que llega a la Sierra de las Cutas. En Formigal veo remontes y urbanizaciones. En Ordesa veo hayas y trinos de pájaros. Hay que elegir», explicaba.

Este sabio, socio de Peñalara y Montañeros de Aragón, reconocía que el Parque Nacional se consiguió «a través de la ciencia, la altura y el amor a la montaña. Son las bases del espíritu de la conservación». Covadonga y Ordesa se crearon a la par. Son los dos primeros parques nacionales que nacieron en España. En las palabras de Martínez de Pisón se refleja la discriminación de las instituciones españolas hacia Ordesa con respecto a Covadonga. «Desde el principio hubo ciertas suspicacias puesto que a Covadonga le otorgaron 60.000 hectáreas y en Ordesa nos quedamos con 1.500. El impulsor de la creación de Ordesa fue Pedro Pidal en un acto de gran valentía. Pero era el mayor conservacionista en España era un cazador de osos y matador de rebecos», indica.

Covadonga se inauguró en 1918 y Ordesa tuvo que esperar dos años más tarde. «No tuvo el boato de Covadonga y fue un acto humilde. No estuvo el Gobierno, ni el ministro. Fueron los vecinos de Torla y sobre todo Pedro Pidal, el marqués de Villaviciosa. Estuvo magnífico y plantó un árbol», explica.

El veterano montañero pide una ampliación del Parque Nacional. «Eso se conseguirá muy de poco en poco. Ordesa nació muy pequeño, con 1.400 hectáreas. Ha crecido dos veces y le toca una tercera. Es una decisión política y requiere la complicidad de los que viven en la zona. Recomiendo que haya esa voluntad política y llegar a 64.000 hectáreas es el resultado de una investigación. La realicé en el año 2000 en la Universidad Autónoma de Madrid. Empezaría en la cuenca del Aguas Limpias hasta La Munia».

Conoció Ordesa en el años 1954 con unos montañeros del Stadium Casablanca. Tenía 17 años. «Salimos de Sallent de Gállego, subimos a Respomuso, fuimos a Brazato y bajamos al valle del Ara. Después de Bujaruelo acampamos en Ordesa. Allí hicimos muchas excursiones. Estaba radiante el Pirineo. Desde entonces, nos quedamos por el virus de la montaña. Y desde entonces no he parado».

Conoce palmo a palmo el valle, aunque reconoce que «me hubiera gustado escalar la cara sur del Tozal del Mallo. Estar metidos entre esos armarios de la pared. En cambio, al Monte Perdido he subido un montón de veces». Su sitio preferido es Tucarroya y el ibón de Marboré. «Su vista de la cara norte del Monte Perdido es magnífica. A principios del verano el ibón está lleno de témpanos. Tiene un ambiente boreal y la vista hacia Pineta es impresionante. Además es un sitio que te premia subirlo puesto que tiene una cuesta fuerte», indica.

Martínez de Pisón es un experto en glaciología y ha visitado Groenlandia y la Antartida. «El glaciar de la cara norte del Monte Perdido es de lo que mejor aguanta al estar muy alto. El Aneto y la Maladeta están más tocados del ala. Todos están extraordinariamente rebajados desde principios del siglo XXI», dice. Las montañas que más le han impresionado son «el Himalaya y el Karakourum. Forman ramilletes y en el Baltoro hay decenas de sietemiles y cuatro ochomiles encima de Concordia. Rocé los 7.000 metros por la zona del Everest y el Aconcagua». Pero se queda con el Pirineo. «Me siento como en casa. Aunque le he cogido mucho cariño a la Sierra de Guadarrama. Está a media hora de la Puerta del Sol. Y eso es una ventaja», concluye.