Aquel lejano 3 de julio de 1994 Conchita Martínez cumplía su sueño. El escenario era el Old England Tennis Club. La montisonense tenía 22 años y se iba a enfrentar a su ídolo de la niñez. Era la estadounidense Martina Navratilova. Muchos años antes la pequeña Conchita tiraba pelotazos contra un frontón de la residencia Hidronitro Española pensando que enfrente de ella estaba Navratilova. Pero esta vez iba la cosa en serio. La oscense se enfrentaba a una leyenda del tenis mundial que a sus 37 buscaba el décimo título en Londres. Ahora los papeles han cambiado y Conchita ha preparado de forma provisional a Garbiñe Muguruza para que se convierta en la segunda española en llevarse el torneo tras la oscense.

Conchita llegaba el año 94 con una semifinal. Hasta entonces solo un español, Manolo Santana, había ganado sobre la hierba de Londres. En mujeres la que lo tuvo más cerca fue en los años veinte Lili Álvarez, que llegó a disputar tres finales. Ganó un set, pero quedó prendada de este torneo.

Conchita, una mujer tachada de poco ambiciosa, se transformó en el año 94 en las dos semanas que duró la competición. Las favoritas fueron eliminadas desde el principio y Martínez supo aprovechar su oportunidad. La gran sorpresa se produjo en la primera ronda con la eliminación de Steffi Graf por la norteamericana Lori McNeil. Arancha Sánchez Vicario también caía en tercera ronda ante Zina Garrison. Conchita se quedaba como la única esperanza española tras ganar en cuartos a la australiana Kristine Radford por 3-6, 6-3 y 6-3.

La oscense olía a final. En los cuartos se desembarazaba de la norteamericana Lindsay Davenport por 6-2, 6-7 (4-7), 6-3. Pero Wimbledon tenía su favorita. Era Martina Navratilova, que tocó el corazón de los ingleses al imponerse a la checa Jana Novotna y se enfrentaría en semifinales a Gigi Fernández.

Martínez tenía que despejar su camino a la final ganando a la norteamericana Lori McNeil, una jugadora de 30 años que nunca había superado los cuartos de final de Wimbledon. Eric Van Harpen, su entrenador, afirmaba. «Es la mejor ocasión de su vida. Pero Conchita no se ha creído que puede ser la número uno del mundo», afirmaba el holandés.

Conchita supo aguantar mejor la presión que su rival frente a una rival cuya mayor virtud era el servicio y la volea. McNeil ganó el primer set por 6-3. A partir de ahí la oscense encadenó 34 passings ganadores. Al final Conchita venció tras dos horas y 34 minutos por 3-6, 6-2 y 10-8. Una jugadora que fue acusada de vaga a la hora de entrenar e incapaz de sufrir en la pista y no resistir la presión, llegaba a su gran oportunidad para tapar bocas.

Conchita hizo la final perfecta. Fue un partido largo, duro, competido y jugado con enorme talento por las dos finalistas. Conchita no paró de sonreír. Estaba disfrutando. Golpe a golpe fue destrozando la resistencia de Navratilova.

Martínez ganó el primer set por 6-4 y se dio cuenta que la norteamericana estaba más presionada que ella. En el segundo Navratilova se recuperó y Conchita fue atendida de molestias en su glúteo izquierdo. Ganó Navratilova por 3-6. Pero en el último la aragonesa se colocó 4-2 gracias a dos breaks cedidos por Martina con sendas dos dobles faltas. Martina fue incapaz de soportar por más tiempo la tensión. Conchita la ametralló con 38 passings y ganó por 6-3 el último set con un 15-40 en la primera bola de partido. «Recuerdo el último punto. Hice el revés cortado, me fui a la red y su bola se fue fuera», explicaba Conchita, que lograba una de las mayores gestas en la historia del deporte aragonés.