Acostumbrado a ser siempre extremadamente intervencionista desde el banquillo, Pep Guardiola ha girado ahora el foco. También interviene, y cada vez con más frecuencia, desde la sala de prensa, refugiándose en la ironía cuando es necesario ("la Liga no la ganaremos", repitió el domingo con contundencia tras derrotar al Atlético) y dejando en cada comparecencia mensajes encriptados que van desde su renovación --sigue dudando, no sabe qué hacer-- hasta esos 10 puntos de diferencia con el Madrid.

Mientras el Madrid se iba alejando, Guardiola empleaba terapias de choque para evitar que el Barça, enfrentado a una situación realmente insólita (ir por detrás, algo que no había sucedido en los tres últimos años y medio), no se deprimiera. No únicamente por la pérdida de la Liga, sino porque eso afectaría al camino del equipo tanto en Europa (tiene casi asegurado el pase a cuartos tras el 1-3 de Leverkusen) como en la final de Copa.

Esa evolución, sin embargo, del mensaje de Guardiola se ha ido acentuando en las últimas semanas. No habla de los árbitros, ni los cita, pero se le entiende todo, fatigado como está el técnico porque entiende que esos 10 puntos de diferencia no se miden únicamente por la calidad del fútbol. Se refiere Guardiola a "muchas cosas", pero no quiere precisar ninguna, obsesionado, eso sí, en terminar estos tres meses que quedan de temporada "con la conciencia tranquila". El ejemplo de Messi, que vio la quinta amarilla y no jugará el sábado, coincidiendo con que Pepe, el central del Madrid, también cumple su primer ciclo de amonestaciones fue el otro mensaje de Guardiola, que lo dijo sin decirlo.